Comienza proceso de rendición de cuentas en Cuba en medio de grave crisis energética y alimentaria

Con la inflación disparada, escasez de alimentos y medicinas, colapso de los servicios públicos, aumento de la pobreza y la desigualdad, y el suplicio de los frecuentes y prolongados apagones, la “participación popular” puede terminar convertida en una masiva expresión de rechazo al orden imperante.

Asamblea de rendición de cuentas en Santa Marta, Matanzas © Facebook / Telebandera
Asamblea de rendición de cuentas en Santa Marta, Matanzas Foto © Facebook / Telebandera

El proceso de rendición de cuentas de los delegado a sus electores de base comenzó este viernes en Cuba, y se extenderá has el 20 de noviembre en medio de una grave crisis energética y alimentaria que exacerba el malestar de los ciudadanos.

Suspendido en octubre del año pasado por la “escasez de combustible” que alegó el régimen, el ejercicio de rendición de cuentas que dio inicio pone en alerta a las autoridades ante posibles manifestaciones que se salgan del cauce de lo que el régimen define como “sistema democrático cubano”.

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“La rendición de cuenta del delegado es el proceso político más importante de este año, para el cual, desde el Consejo de Estado, se realizó la convocatoria. Los delegados, los consejos populares, las asambleas nacionales y municipales con todas sus comisiones, y los departamentos de atención a esas instancias en las provincias, han trabajado muy intensamente de cara al mismo”, aseguró este viernes Roberto Morales Ojeda, diputado por el municipio de Cienfuegos.

Reunido con delegados, presidentes de consejos populares y “factores esenciales de las comunidades de la cabecera provincial”, el también secretario de organización del Comité Central del Partido Comunista de Cuba, “resaltó el carácter profundamente democrático que reviste tanto el proceso en general como la figura del delegado.

Según Granma, a pesar de las “difíciles circunstancias de contexto” en que tiene lugar el proceso, Morales Ojeda defendió la importancia de “este intercambio democrático popular, del cual deben salir soluciones, porque la sabiduría del pueblo es incalculable”. Asimismo, llamó a visibilizar el proceso mediante las redes sociales personales de los electores.

Empeñado en presentar como “democrático” el sistema representativo, el régimen cubano toma la arriesgada decisión de llevar adelante el proceso de rendición de cuentas, para el cual ha venido preparando el escenario, movilizando a todas sus “organizaciones de masas” y órganos represivos.

Con el país atravesando la que podría ser considerada la peor crisis de su historia en todos los órdenes, las autoridades del régimen temen que se produzcan auténticos debates en las circunscripciones y que los ánimos de los electores se caldeen, motivo por el cual han repetido machaconamente que el proceso de rendición de cuentas es un instrumento clave para la “democracia socialista y revolucionaria”.

No por gusto, en marzo de 2017, el entonces y actual presidente de la Asamblea Nacional del Poder popular, Esteban Lazo Hernández, subrayaba que las reuniones para rendir cuentas son espacio importante para "reflexionar acerca de cómo promover" los valores revolucionarios del fallecido dictador Fidel Castro.

Sin legitimidad alguna que esgrimir, el régimen cubano entra en pánico de imaginar que los ciudadanos protagonicen otra protesta masiva como la ocurrida en julio de 2021, o que el malestar generalizado ante su ineficiencia, corrupción y represión conduzca a estallidos en el marco de las asambleas, en las que los electores ejerzan su derecho a la libre expresión con la coartada de una “participación popular” amparada por el “sistema democrático cubano”.

La rendición de cuentas es presentada por el régimen cubano como una forma en que el pueblo puede participar en el ejercicio del gobierno. Sin embargo, la población percibe el proceso como una formalidad a la que asiste para "no señalarse", y en el que el supuesto diálogo con el delegado es poco más que una pantomima política.

En este escenario, con la inflación disparada, la escasez de alimentos y medicinas acentuándose por días, el colapso de los servicios públicos como salud, transporte y educación, el aumento de la pobreza y la desigualdad, y el suplicio de los frecuentes y prolongados apagones, la “participación popular” puede desbordar los convencionalismos y terminar convertida en una masiva expresión de rechazo al orden imperante.

La percepción de la población en los dos años transcurridos desde las pasadas elecciones legislativas es que los delegados han repetido el comportamiento habitual en sus funciones dentro del régimen cubano: votar por unanimidad y justificar los problemas socioeconómicos con los argumentos habituales dictados por Palacio.

El régimen totalitario cubano debe sentir vértigo en estos días. A pesar de la movilización de recursos para que los electores de cada circunscripción vean "cámaras y micrófonos" en sus asambleas, así como agentes de paisano y uniforme entre los asistentes, los niveles de malestar en la sociedad son cada vez mayores y las reacciones de los ciudadanos cada vez más impredecibles.

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