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El cubano Javier Bobadilla compartió este sábado un relato estremecedor que evidencia no solo el impacto de la delincuencia común sino también el preocupante estado de las instituciones de seguridad en Cuba.
Tras ser asaltado en la madrugada de jueves para viernes, Bobadilla detalló no solo el robo de su teléfono, sino también su experiencia en la estación de policía.
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En ese lugar, a pesar de su denuncia, encontró un panorama que describe las deplorables condiciones de la policía, incluyendo la falta de recursos, patrullas en mal estado y bajos salarios, lo que ha generado una ola de renuncias en las filas policiales.
A través de su testimonio destaca la incapacidad de las autoridades para combatir la creciente ola de robos y su frustración al notar que la recuperación de su teléfono mediante los métodos tradicionales es prácticamente imposible.
Además, expone las dinámicas de una sociedad en decadencia, donde el colapso de las instituciones de seguridad podría dar paso al control de bandas organizadas.
Finalmente, narra su encuentro con un coronel de la policía, quien mostró interés particular en el caso, dejando entrever que su situación podría estar vinculada a algo más que un simple robo.
A continuación, su testimonio completo:
En la madrugada de jueves para viernes me asaltaron para robarme el teléfono. Como ya ustedes saben, lo lograron.
La historia en sí es poco interesante. Madrugada, dejé la moto en el parqueo, salí, doblé, caminé 20 metros, me agarraron por la espalda, galleta, galleta, bloqueo, grito, intento de tapar boca, dos tipos corriendo calle abajo. Me levanté del suelo echando sangre por la nariz, y sin teléfono.
Segundos. Si un asalto llega a medio minuto, es que algo salió irremediablemente mal, y este, aunque me duela decirlo, salió bien. A alguna gente los han pinchado primero para llevarse el teléfono con calma.
De los autores del hecho, ni soy del tipo conspirativo, ni tampoco descarto posibilidades lejanas. No obstante, la Seguridad ha tenido mi teléfono en sus manos varias veces. Siempre lo he entregado voluntariamente sabiendo que el iPhone es inviolable. Después de un par de veces, perdieron el interés. El que piense que en Cuba existe alguna tecnología capaz de desbloquear un iPhone, está viendo muchas películas de hackers, y el que crea que en la UCI la pueden programar, seguramente nunca ha entrado ahí. A los que saben más del tema les recordaré que la licencia de Pegasus la tiene que aprobar el Ministro de Defensa de Israel, cosa que veo más dudosa que el que lo programen en la UCI.
Mi teléfono, además, comparte su posición continuamente con varias personas. Al otro día yo sabía dónde estaba.
¿No quieren que escriba más? Me hubieran metido dos buenos batazos y me hubieran quitado el teléfono para las apariencias. Fácil. Más fácil aún, me hubieran apagado los datos y el Nauta Hogar en Etecsa.
Esto fue otra cosa peor. Esto fue la decadencia de la sociedad.
Por la tarde voy a la policía. En la estación de Zanja me hablan de una avalancha de robos de teléfono. En las redes hay noticias de otra avalancha, pero de robos de moto. No hay gasolina para la patrulla. Los policías se quejan del sueldo, que no alcanza para nada. Para el que vive en un albergue, la vida es particularmente miserable. En el albergue de la policía se vive un poco mejor que en la cárcel. Me hablan del químico, y de las cosas que hacen los adictos. Se quejan también de las sanciones por delitos con violencia, que son insignificantes. En masa están pidiendo la baja para trabajar en otra cosa.
La patrulla cruje cuando acelera. Puede que tenga el chasis partido. Por dentro es un desastre. Todo está roto, remendado y vuelto a romper. La puerta hay que tirarla.
En dos ocasiones me piden el pasaporte. Sonrío. El cazador y la presa evolucionan juntos. El policía de Centro Habana está programado para el delincuente de Centro Habana. A mí, no me entienden. La oficial que recibe la declaración me porfía cada detalle de mi historia. Me pregunta en qué trabajo. Yo le digo que soy programador, y ella me responde que "ahhh, mijo, sentado ahí en la computadora tecleando y haciendo la paqueta". Justo después arremete contra el salario de 8000 pesos, las horas de trabajo y el cartón de huevos.
Yo la escucho. Yo escucho a todos. Ya la nariz no me importa, y del teléfono, me acabo de dar cuenta de que por el método de ellos no va a aparecer nunca. Lo que yo puedo hacer, no lo puedo hacer ahí, pero cada minuto dentro de la estación es de estudio, y lo vale.
Nadie me lo dice, pero peor que el precio del cartón de huevos es la incertidumbre. Cuando la policía termine de colapsar y se convierta en una institución simbólica, el control pasará a las bandas. Se dice que en algunas provincias ya está ocurriendo. Mientras estas bandas no se metan en política y no decidan cobrarle protección a la MIPYME equivocada, el ejército -único mecanismo efectivo de represión-, hará la vista gorda. Esto no es una premonición, es el desarrollo natural de las cosas. Ha pasado así siempre y en todas partes.
El jueves me despierta una llamada de la estación. La oficial me pregunta si puedo ir. Cuando llego, revisamos la declaración y le añadimos la posición del teléfono. Ese día habla en un tono diferente. Habla como con cuidado. Me dice que el jefe de la estación quiere verme. El por qué, hacerme unas preguntas acerca del teléfono. Manda a avisar que yo estoy ahí, y que tengo un problema en una pierna y no puedo subir escaleras.
El jefe aparece al rato, buscando con la vista a alguien que no puede subir escaleras. Es evidente que es el jefe, el lenguaje corporal lo grita y las tres estrellas en el hombro lo reafirman silenciosamente. Pasa frente a mí, camina de un lado a otro del salón. Le pregunta a dos hombres mayores que lógicamente no saben qué responder. Después de unos momentos de mirar, el carpeta lo llama, y le señala hacia mí. El jefe le pregunta "¿el extranjero aquel?", y el carpeta le responde que no, que es cubano, pero que sí, que es ese.
Viene, se presenta, y me guía hasta una oficina. En ese momento me imaginé muchas cosas, y pensé encontrarme ciertas personas. No ocurrió. La oficina estaba vacía. Tuve una breve conversación con él. Me preguntó por el GPS del teléfono y la seguridad informática del iPhone. Nada demasiado concreto, pero sabía de lo que hablaba y se expresaba correctamente. Y hablaba como con cuidado. Hay cosas que se intuyen.
Aquel coronel quería verme la cara, y no me quedó claro el por qué. Cuando me la vió, no era la que él se esperaba. Y me miró, muy, muy atentamente.
Y claro, los coroneles no bajan de las oficinas porque a alguien le robaron el teléfono.
Después de hablar del GPS y la cuenta de iCloud, el coronel me da las gracias y me dice que me mantendrá al tanto. Observo el lenguaje corporal, muy diferente de hace un momento en el salón. Nunca me salgo de personaje, pero siento que es por gusto. Sonrío, y también le doy las gracias.
Esta aventura no ha terminado, algo me dice. Si ven un iPhone SE rojo, bloqueado con cuenta de iCloud, puede que sea el mío.
De Siria hablamos en la próxima vuelta.
Preguntas frecuentes sobre la inseguridad y la situación policial en Cuba
¿Cómo describe Javier Bobadilla la situación de la policía en Cuba tras su robo?
Javier Bobadilla describe a la policía en Cuba como una institución en condiciones deplorables, con falta de recursos, patrullas en mal estado y bajos salarios, lo que ha generado una ola de renuncias. La ineficacia de las autoridades para combatir la delincuencia es evidente, según su experiencia.
¿Qué impacto tiene la delincuencia en la sociedad cubana según el relato de Bobadilla?
Bobadilla destaca que la delincuencia refleja una sociedad en decadencia, donde el colapso de las instituciones de seguridad podría dar paso al control de bandas organizadas. Esto se ve reflejado en la creciente ola de robos y la incapacidad de las autoridades para gestionarlos de manera efectiva.
¿Qué ejemplos de acción ciudadana frente a la delincuencia se han reportado en Cuba?
En Cuba, se han reportado múltiples casos donde la ciudadanía ha intervenido para detener a ladrones ante la ineficiente acción policial. En Santiago de Cuba y La Habana, residentes han atrapado a delincuentes en flagrante delito, lo que indica una desconfianza creciente en la capacidad policial para garantizar seguridad.
¿Cuál es la percepción de la población sobre la seguridad en Cuba?
La población cubana percibe una inseguridad creciente debido a la ola de delincuencia y violencia, a pesar de que las autoridades insisten en que los índices delictivos han decrecido. La realidad diaria, sin embargo, desmiente estas afirmaciones, con frecuentes reportes de robos y asaltos en las redes sociales.
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