El edificio, en un enclave privilegiado, será demolido después de varios intentos fallidos de restauración. Próximo a desaparecer, en la capital subsiste un edificio que es tema de obligado debate cuando se reúnen más de dos arquitectos para hablar del deterioro urbanístico de la ciudad: el Hospital Municipal de la Infancia, nombrado después de 1961, Pedro Borrás Astorga. Erigido en la Avenida de los Presidentes entre las calles 27 y 29, en el municipio Plaza, el valor arquitectónico y ambiental del edificio cobró fuerza por la forma en que fue emplazado, junto al semicírculo distinguido por el mausoleo dedicado a José Miguel Gómez (otrora amenazado con ser demolido). Fue proyectado y construido en estilo Art Deco por la firma de los arquitectos Félix Cabarroca Ayala y Evelio Govantes Fuertes, dos profesionales que legaron al patrimonio urbanístico habanero obras como el Capitolio, la Plaza Cívica, el Palacio de Bellas Artes y otras de igual significación. Por estos días un comité de expertos del Ministerio de la Construcción ha dictaminado que el edificio es irrecuperable, por lo que será demolido. Las señales se distinguen a simple vista en su debilitada estructura, víctima de años de abandono, saqueo y malversación de los recursos dispuestos para su rehabilitación. Pues, antes de llegar a este punto, fueron varios los intentos de recuperarlo. En 1984, sin dejar de prestar servicio como hospital infantil, el edificio atravesó por un mantenimiento preventivo. Varios testigos involucrados aseguran que esas labores resultaban apreciables en lo exterior, aunque en su interior se escondían cubículos clausurados. Al concluir la construcción del Hospital Pediátrico de Marianao Juan Manuel Márquez, este se proclamó como logro del régimen revolucionario y los servicios del hospital Pedro Borrás pasaron a la nueva institución. Decretado el Período Especial, las autoridades solicitaron colaboración internacional para reconstruir el patrimonio urbanístico. A través de Medicuba, empresa que manejaba las inversiones en el sector de la salud, comenzó una reparación capital del inmueble. España aportó para ello un presupuesto del cual no se registran cifras en la actualidad, aunque se estima que ascendió a más del 40% de la reparación del edificio. Asimismo, colaboraron también varias organizaciones no gubernamentales europeas. La malversación de recursos por parte de los dirigentes de turno de la Industria de Materiales, desvió de esos fondos hacia el mercado negro 9 millones de dólares entre áridos y cemento. En 2005, mientras se reforzaba la estructura, ocurrió el primer desplome en una de las alas del edificio. En abril de 2007 se produjo el segundo desplome, que ocasionó la muerte de uno de los reclusos que trabajaban en la obra y causó heridas a otro. Y, de igual modo, prosiguió el desplome de toda una sección de las partes restauradas. Fue entonces que salieron a relucir los cortes en el cronograma de reparación, la utilización de presos como mano de obra barata y el desvío de 9 millones de dólares en materiales. Todo lo cual provocó medidas gubernamentales como la fusión de la Industria de Materiales con el Ministerio de la Construcción. Sin embargo, ninguna disposición oficial alcanzó a devolver la energía urbanística a la edificación. Las obras de restauración fueron detenidas, y como único culpable de ese estado de cosas quedó el "Período Especial". El silencio bibliográfico sobre el tema permite, sin embargo, suponer que existen muchos más culpables. El edificio quedó entonces a merced de los depredadores. Para "evitar daños", se ordenó la desmantelación de toda la carpintería del edificio, de la cual se desconoce el paradero. El resto de la edificación continuó bajo el asedio de los saqueadores que cargaban en las noches con los ladrillos, pisos de terrazo y las piedras de Jaimanitas. Recientemente, el Gobierno solicitó una propuesta para el uso inmediato de la explanada que dejará la demolición y han surgido opiniones acerca de lo conveniente de construir allí un nuevo hospital con otras características arquitectónicas y la misma proyección y altura. Tal idea surge de la necesidad de ampliar el servicio pediátrico del municipio. Aunque, según profesionales vinculados al proyecto, el diagnóstico territorial ha hecho prosperar la opción de un parqueo de autos que solucione la demanda de los hospitales y centros estatales de los alrededores. "Las reuniones sobre la recuperación del patrimonio en el municipio Playa, terminan tratando la recuperación de Centro Habana", me comentó uno de los arquitectos consultados para este trabajo. Pues el deterioro de la capital es de tal dimensión que resulta difícil establecer prioridades. Los comentarios surgidos del XII Congreso Mundial de Art Decó que sesiona por estos días en La Habana nada han mencionado del viejo hospital. Las ruinas del Borrás resultan irrelevantes en tanto se habla del deterioro del edificio López Serrano (L y 13, Vedado) y del esplendor del remodelado edificio Bacardí. Ambos de estilo Art Deco, el primero de ellos se vanaglorió durante muchos de años de ser el edificio más alto del país, y hoy presenta sedimentación del terreno, filtraciones interiores y derrumbes de la fachada. Mientras que el Bacardí, bendecido por las obras de restauración llevadas a cabo por la Oficina del Historiador de la Ciudad, oculta con su esplendor el patrimonio urbanístico en ruinas de los alrededores, que cede terrenos a la construcción de parqueos para los autos que no tenemos. En cuanto al hospital Borrás, se aguarda por la culminación del XII Congreso Mundial de Art Deco para demoler lo que alguna vez fuera recuperable. Fuente: Diario de Cuba
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