Anda por el Vedado, en cualquier esquina de la Avenida 23 realiza su extravagante acto. Carga barrenas, clavos, hasta una espada de plástico, y asombra a los transeúntes cuando introduce por uno de los agujeros de su nariz alguno de estos objetos. Los empuja hasta el final, como si su fosa nasal no tuviese fondo. Sabe que tal habilidad no es común, y pide a quienes observan o graban con sus celulares, que lo “salven” con algo de dinero.
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