El tema de los piropos no pierde actualidad, en primer lugar, porque en países como Cuba forman parte del día a día de la interacción de sus habitantes y en segundo, por lo que representan para el establecimiento de roles y patrones de género. Lisonjeo, halago, breve apelación a desconocidos, por una parte, o franca intromisión en la esfera de la intimidad ajena, acoso, machismo y sexismo, por otra, son algunas de las percepciones extremas que encontramos cuando de piropos se trata. Una gama de posiciones intermedias, dentro de las cuales está la aceptación de lo que de pintoresco, simpático o ingenioso puedan tener dentro de los límites del civismo y el respeto, completan el panorama de los posicionamientos con respecto a estos 'halagos' callejeros.
En Cuba, es casi imposible salir a la calle y no escuchar al menos un piropo, hacia uno mismo o hacia cualquier otro transeúnte con el que nos crucemos. Por lo general, suelen ser los hombres los que piropean, las mujeres rara vez se animan a hacerlo y no consideran esta práctica un hábito que distinga sus roles con respecto a los otros ni una expresión de su erotismo o cortejo. Un patriarcado ancestral y un machismo casi endémico hacen que las mujeres piropeadoras no sean siempre bien vistas y que la práctica del piropo no sea algo que esporádicamente algunos hombres hagan con algunas mujeres sino algo que es casi un rasgo distintivo de muchos hombres cubanos.
Para el piropeador cubano no existen barreras ni limitaciones: ni la distancia generacional, ni los disimiles contextos en que ocurren frenan el ímpetu del cubano que quiere piropear. Para el piropeador cubano, el piropo en muchas cosas deja de ser un hecho puntual, motivado por una atracción repentina que le impele a hacerla explícita y compartirla, deja de ser parte de un 'sano' coqueteo que busca una aprobación, una sonrisa o abrir una puerta que permita más; y se convierte, en cambio, en una auténtica marca de género y de identidad que les crea la necesidad de piropear casi a cuanta mujer con que se crucen, no por el placer de halagar o seducir, sino porque eso es lo que toca cuando "un macho se encuentra con una hembra".
Muchos dicen que la calidad del piropo ha decaído, que poco queda de aquellos "Si cocinas como caminas me como hasta la raspita, Chiquita que linda eres con tus ojos de azabache estoy metido contigo como un camion en un bache, Tú con tantas curvas y yo sin frenos", que generaciones tras generaciones han hecho suyos. Se necesitaría un poco más de historia y algo de distanciamiento para saber si el piropo cubano ha caído en decadencia o ha traspasado los límites y se ha instaurado en el terreno de la vulgaridad.
Habrá que seguirles la pista, la lengua refleja las perspectivas de género y los roles sociales y los piropos no están ajenos a esto.
¿Y tú qué crees: son los piropos algo positivo? ¿Solo piropean los hombres a las mujeres? ¿es cierto que el piropo en Cuba ha dejado de ser creativo, halagador y pícaro para ser una intromisión grosera y vulgar? ¿Cuál ha sido el más reciente piropo que te han (has) dicho?
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