A la impronta creadora del violinista Enrique Jorrín se debe el surgimiento del cha cha chá en el año 1953, en el seno de la orquesta América de Ninón Mondéjar.
Nació de los aportes e innovaciones que diferentes músicos de la isla fueron haciéndole al danzón, con melodías casi bailables por sí solas y el balance que surge entre melodías a tiempo y contratiempo.
El surgimiento de este ritmo debe mucho a los bailadores, que en la sociedad Silver Star, en la céntrica esquina habanera de Prado y Neptuno, y más adelante en todos los salones de La Habana, iban elaborando pasos que se adecuaran a las características del nuevo estilo. Los bailadores hacían un “escobilleo”, marcando, a un lado y otro, el un, dos; un, dos, tres, y ese sonido sobre el piso fue lo que le dio el nombre de cha cha chá.
La ejecución de este género se distingue porque los cantantes son los propios músicos. “La engañadora” es su pieza más emblemática y la cienfueguera orquesta Aragón, conocidos por –los estilistas del cha cha chá- han sido sus máximos exponentes durante décadas.
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