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«¿Cambios en la FEU?». Con gesto de incredulidad la joven universitaria se encoge de hombros y apura una respuesta imprecisa mientras se sumerge en el tumulto, dispuesta a adquirir ese jueves el pasaje de ómnibus salvador, que le permita viajar hasta su casa, en Palma Soriano. Las actividades que pueda promover la organización estudiantil en su centro de enseñanza —la Universidad de Oriente— durante lo que queda de semana, para ella son indiferentes. Su brigada, explica, se reúne regularmente y se plantean los problemas, pero confiesa que aún no encuentra en la organización una vía efectiva para canalizar sus inquietudes, tampoco la emoción nacida de los afectos de algo que se adora. En la capital cubana, a más de 900 kilómetros de esa escena, Juan Pablo, estudiante de Medicina, también tuerce el rostro ante la pregunta para afirmar después que a veces la FEU en su universidad «se hace invisible». Lo dice no solo por la aparente indiferencia ante los problemas materiales, o las aulas de estudio que se han perdido sino «porque hacen faltan explicaciones; que se nos diga por qué esto o aquello no tiene solución». ¿Cuántos piensan, en las casas de altos estudios, como estos dos alumnos? ¿Cuántos miran hoy la FEU solo como tres letras que evocan una historia o convocan a una marcha? ¿No han cambiado las universidades cubanas después del Congreso de la organización que se propuso, precisamente, una transformación profunda? Estas interrogantes sirvieron de brújula a JR para, en el mismísimo cumpleaños 85 de la FEU, dialogar con muchachos de varias universidades del país. Y en el intercambio descubrimos... Contrastes Mientras algunos jóvenes dicen que su universidad cambió algo en los últimos 12 meses; al impulso del VII Congreso de la FEU, otros, en la propia institución, acuden a una conocida canción: «la vida sigue igual». «Cuestión de apreciación», pudiera decir un narrador deportivo. Sin embargo, esta disparidad de criterios demuestra, en última instancia, que el reto lanzado en el último Congreso: no dejar los acuerdos entre las paredes refrigeradas del Palacio de Convenciones, no ha aterrizado todavía en muchos estudiantes. El propio ex presidente nacional de la FEU, Carlos Lage Codorniú, reconocía en una entrevista con la emisora Radio Rebelde que a este 20 de diciembre «llegamos satisfechos pero inconformes, llegamos con la satisfacción de que no estamos de brazos cruzados, pero conscientes de que aún queda mucho por hacer y por comprometer a los que no lo están totalmente». Y agregaba que la organización estaba trabajando mucho para tratar de que su imagen fuera mejor, porque en ocasiones la gente no ve «todo lo que nuestra FEU hace, los grandes esfuerzos que realizamos para acercarnos más a la generación auténtica, genuina, a los motivos por los cuales se fundó», decía. Sin embargo, al parecer, un problema que está lacerando esa voluntad de crecer es la falta de información de los futuros profesionales sobre las esencias de ese VII Congreso, que no por gusto Raúl calificara de histórico. En un sondeo a cien universitarios cubanos de tres provincias del país, entre segundo y quinto año de sus respectivas especialidades, encontramos sistemáticamente estas respuestas: «No recuerdo lo que se debatió allí»; «sé que fue aprobado lo del cincuenta por ciento del pasaje a los universitarios en las guaguas de ASTRO»; «subieron el estipendio al curso regular diurno...». Otros acuerdos trascendentales: rescatar e impulsar los exámenes de la dignidad, estimular los espacios de discusión sobre los temas culturales en las universidades y sedes municipales, fomentar el estudio de la Historia de Cuba con un capítulo resumen de la historia de la FEU, introducir la Metodología de la investigación en todas las carreras de las sedes municipales... no fueron mencionados por los estudiantes. Muy pocos pudieron referirse a la constitución de los consejos investigativos estudiantiles, el mayor aprovechamiento de la revista Alma Mater y el rediseño de los destacamentos y movimientos Vanguardia FEU, aspectos tratados con profundidad en el Congreso. Solo 18 jóvenes hablaron del fortalecimiento del autogobierno estudiantil, 22 tocaron la estimulación a los alumnos ayudantes y muy pocos hablaron de multiplicar el contingente Julio Antonio Mella, temas que también saltaron en aquel cónclave. Quienes más empapados están con los tópicos de aquella reunión cumbre son los dirigentes de la Federación en las universidades, algo «que se cae de la mata». Sin embargo, ellos mismos son los responsables de hacerlos bajar a la base. Uno de los acuerdos medulares del VII Congreso que aún está flotando en ciertas universidades es aquel que plantea «ratificar la brigada como célula básica y el espacio principal de discusión de la membresía». Porque muchas brigadas siguen reuniéndose formalmente, sin realizar debates profundos, abiertos y sinceros; algunas asambleas son malas, se convierten en rutinas. Así piensa Reinerio Vázquez Rodríguez, presidente de la FEU en la Filial de Ciencias Médicas de Bayamo. Un criterio similar tiene Reinier Oliva Matos, vicepresidente de la organización en la Facultad de Cultura Física, de esa propia ciudad oriental. Mientras, Ernesto Guevara Fernández, presidente de la FEU en Santiago de Cuba e integrante del Secretariado nacional, cree que en ocasiones «nos hemos saturado de discusiones, y aunque trabajamos para llevar a efecto los acuerdos de esos debates y estamos conscientes de que las transformaciones no serán de un día para otro, aún no se avanza todo lo debido, sobre todo porque los momentos actuales requieren de que se hagan más cosas por los estudiantes». Sin embargo, para ellos otros acuerdos se han concretado: el de fomentar la creación de grupos artísticos identificativos de las universidades, o el de implementar un sistema de trabajo para la preparación política de los dirigentes. «Nosotros hemos logrado en parte esa universidad extramuros que se nos pedía en el Congreso; nos hemos vinculado con las comunidades, con los centros penitenciarios, con otros centros de la Educación Superior», señala Reinier. Cambios De los cien interrogados, 86 dijeron que la FEU está distante de ser una organización decorativa o una simple programadora de desfiles. La reconocieron como una fuerza que aglutina y empuja, aunque no siempre con el mismo ímpetu. Del total de sondeados, cincuenta expusieron que a veces no hay una comunicación entre los líderes de las universidades y la base; y eso lastra la Federación. «Hace pensar que existe una inercia», según palabras de Leslie Muñoz, estudiante del Instituto Superior Politécnico José Antonio Echeverría. Y 60 hablaron tendidamente sobre problemas materiales en las universidades —desde falta de teléfonos, árboles en función de aulas, filtraciones, laboratorios rotos, canchas deportivas sin explotar... algo que compete a la organización pero que, a la larga, lleva a una reflexión: la FEU no administra. Para los entrevistados los cambios más palpables después del VII Congreso radican en la realización de propuestas que mezclan las actividades de la organización con opciones artísticas de calidad, la promoción de grandes eventos como el Festival Universitario del Libro y la Lectura o los Foros Sociales Universitarios, que han llegado este curso a todos los municipios; el rescate de marchas, peñas y tertulias, la proyección hacia la comunidad... La capitalina Gretel Pupo, estudiante de Ingeniería Industrial, es de las que habló de las transformaciones: «Aquí nosotros tenemos bailables, exposición de películas, peñas de cultura, que son muy aprovechados por los estudiantes, pues se pueden satisfacer casi todos los gustos, y así es como debe responder la FEU a los universitarios, para que todos nos sintamos identificados con la organización, porque se nos escucha». «Evidentemente hay cambios; uno lo ve en el reconocimiento de las personas hacia nuestra carrera, que antes estaba un poco relegada; hay más rigor, más exigencias y una mayor preparación de los profesores», apunta el granmense Daniel Fonseca, de cuarto año de Cultura Física. Desde el punto de vista material, el aumento del estipendio a los alumnos del curso regular diurno, incluyendo el pago de las ayudantías, las ventajas en el pago del pasaje para los becados cuyas residencias están a más de 80 kilómetros de sus centros, la rehabilitación constructiva en varias residencias estudiantiles de los centros del Ministerio de Educación Superior, o la reducción de las dificultades con la bibliografía son mejoras evidentes. No obstante, ocasionalmente el aumento del estipendio aún no alcanza a los estudiantes de los Cursos de Superación Integral (los que también se eximen de las ayudantías), los alumnos de las sedes municipales que residen en poblados y zonas alejadas siguen viviendo las mismas dificultades para viajar y sus centros, en algunos casos, adolecen de la falta de condiciones para el estudio y de locales. Aun cuando el reconocimiento de la organización en municipios y comunidades ha crecido, organizar cualquier actividad de la FEU en esas estructuras continúa siendo un mar de trabas y limitaciones. Tales realidades sugieren entonces la necesidad de un mayor protagonismo de la Federación no solo para organizar trabajos voluntarios, marchas o movilizaciones, sino también para tramitar las inquietudes y necesidades de los universitarios ante los consejos de dirección de las universidades y otras estructuras de dirección, para multiplicar la explicación oportuna y la convocatoria. La FEU ha crecido, se ha soltado, estimulada por aquellas palabras de Raúl en diciembre de 2006; pero requiere seguir lanzándose a la calle, más ligera y más profunda; lanzándose al alma de los que —pocos o no— todavía se encogen de hombros o tuercen el rostro ante una pregunta que debería llenarles el interior de brío y calor; de amor, atrevimiento y rebeldía.Fuente: Por Osviel Castro Medel, Odalis Riquenes Cutiño y Mayte María Jiménez, Juventud Rebelde
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