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«Nunca voy a olvidar a ese paciente. Se llama Sandoval. Fue responsable del momento más triste, pero también del más feliz que he vivido aquí. Tenía cataratas bilaterales y una enfermedad de retina preexistente, que prácticamente se desconocía. Había asistido a varias clínicas y no se las habían detectado. Buscó respuestas antes de la Revolución Bolivariana, en Guatemala, en Estados Unidos, pero no encontró esperanzas ni posibilidades de recuperar ningún tipo de agudeza visual. Llegó aquí por remisión de los médicos de familia. Lo examinamos, de manera conjunta, todo el grupo de trabajo del Centro, y se le diagnostica cataratas bilaterales complicadas con uveitis en ambos ojos. Desde el punto de vista oftalmológico, para expresarlo con un poco de más claridad, tenía buena percepción de luz y color, lo que es un signo importante para operar una catarata; tenía buena percepción luminosa; tenía buen reflejo fotomotor, pero la visión era nula. Era difícil para él pensar que podía mejorar la visión cuando tantos médicos le habían dicho que no. Pero nosotros comprobamos que había alguna posibilidad, tras el resultado del ultrasonido ocular. Le explicamos todo. Nos preparamos para la cirugía. La hicimos. ¡Qué dolor de cabeza nos dio! Fue muy mal colaborador en el salón, parece que por el miedo, la ansiedad, lo que le habían dicho los médicos anteriores. Esta es una cirugía con anestesia tópica, que es con gotas y con anestesia intraocular. Salió todo bien, sin ningún tipo de complicaciones. En el postoperatorio él nos refiere que podía ver mucho mejor la luz. No se imaginan cuánta alegría experimentamos. La desconfianza lo había marcado mucho. Lo llevaron a su casa y, al otro día, cuando regresó a la consulta, nos llenó de emoción su forma de comportarse. Estaba muy bien. Desde el punto de vista oftalmológico, tenía un ojo tranquilo, sin ninguna complicación, una córnea transparente, un lente intraocular bien centrado. Era capaz de contar con los dedos hasta un metro. Lo demás, imagínenlo. No sabía cómo agradecer a los médicos cubanos, a Fidel, a Chávez, por la atención recibida. Lo seguimos en consulta a la semana, 15 días, al mes, y recuperó un poco de visión. Para un paciente que prácticamente no veía la luz, devolverle un 0,2 o 0,3 por ciento de su visión, y que ello le permita incorporarse a la sociedad, es un resultado médico, humano y social muy importante. Actualmente, Sandoval, una persona adulta con más de 60 años, es capaz de caminar solo en su casa y por la comunidad». Bienvenido llegó a Venezuela en el año 2004 Bienvenido Bello Medina es un interlocutor fabuloso. Ameno, didáctico, con un manejo amplio del vocabulario para hacer de la Medicina, y en especial de su especialidad, un mundo cercano y conocido hasta para el más humilde hombre de la tierra... y sobre todo para no asustarlo y regalarle toda la esperanza posible si ha de examinarlo, establecer un diagnóstico, decírselo y asumir la cura del mal. Es oftalmólogo. Muy joven. Pero con una larga carrera en la hermosísima historia de la solidaridad que Cuba protagoniza desde siempre y que cobró una dimensión diferente, inédita, cuando sus galenos comenzaron a dibujar el milagro de develarles el misterio de la luz a cientos, miles de hombres y mujeres, ancianos, niños y jóvenes olvidados, excluidos, que las revoluciones en la región sacaron del anonimato. Este avileño de pura cepa fue de los primeros en poner sus conocimientos al servicio de los demás, cuando nuestro Comandante en Jefe lanzó al ruedo la noble idea de la Misión Milagro. «Desde que hice la especialidad, a los 26 años, fui jefe del Servicio de Oftalmología del Hospital General Docente Roberto Rodríguez, en Morón, Ciego de Ávila y, cuando llevaba tres años en esa responsabilidad, salí a cumplir misión en la hermana República de Honduras. Posteriormente, me incorporé al contingente que labora en Venezuela». Nuestro diálogo con Bienvenido transcurrió minutos antes de recibir los reconocimientos que lo acreditan como el colaborador más destacado del estado de Lara y Vanguardia Nacional de la colaboración cubana en Venezuela. Pero lo hizo sereno, solo desbordado por la pasión y la sencillez. La historia de un fundador «Soy fundador del Centro Oftalmológico de Lara, el primer centro de su tipo que se abre en el exterior y en Venezuela. Esta es una responsabilidad, y un privilegio por supuesto, que comparto con el colega Carlos González, ahora mismo ubicado en el estado de Táchira. Pero no puedo dejar de mencionarlo. Juntos dimos los primeros pasos. Recuerdo que el primer día operamos a 24 pacientes y terminamos a las diez de la noche. Parecía que habíamos hecho una proeza. Pero ya se ha superado esa cifra, al punto de que dos cirujanos han operado 140 pacientes al día». Bienvenido llegó a Venezuela el 30 de junio del 2004. Lo ubicaron en Cojedes, un estado central. Entonces vino para formar parte del primer grupo de oftalmólogos cubanos que asumirían en la hermana República Bolivariana de Venezuela la evaluación de pacientes con patologías oftalmológicas que podían necesitar tratamiento quirúrgico. Hasta el 24 de julio último, en el centro oftalmológico se habían operado a 36 337 pacientes, de los cuales, Bienvenido, con su ayudante, había intervenido a más de 15 000. Si no es un récord, es un buen average. Pero él no lo ve así, aunque es el oftalmólogo cirujano que más operaciones tiene. «El número es importante, porque se trata de pacientes que han mejorado su calidad de vida, pero en lo personal es solo coincidencia, soy el especialista con más tiempo en el Centro». Primero fue Operación Milagro, después Misión Milagro, recuerda. Hicimos una selección de pacientes por los estados, y de ellos, viajaron los primeros a Cuba. En el Centro, en estos momentos, solo atendemos a las personas adultas. Las patologías más recurrentes son cataratas y pterigio. El ABC de un joven cooperante —¿Cuáles son las cinco cualidades que deben caracterizar a un joven colaborador de la Isla donde quiera que esté? —¿Cinco? (exclama)... Primero, la modestia. Me parece que esa es una de las cosas más importantes. Segundo, el ejemplo. Al cubano todo el mundo siempre lo está mirando, y de cómo cataloguen a uno dependerá la opinión, no solo sobre todos nosotros, y hablo de los colaboradores, sino sobre nuestro pueblo. Tercero, ser responsable. Cuarto, ser respetuoso. Y la quinta, ser exigente con uno mismo. Pero, por encima de todo eso, sentirse cubano, pensar en Cuba, hacer por Cuba. —¿Qué hace Bienvenido en su tiempo libre? ¿Cómo espanta la nostalgia? —¿Tiempo libre? (sonríe)... A veces, no tenemos tiempo. Quisiera que el día tuviera 26 horas. No es solo entrar al salón, o las consultas de diagnóstico o de seguimiento. Es mucho más. Estudiar, prepararnos para la próxima vez, pero también para la docencia y nuestra propia superación profesional. «Quizá, por eso, la nostalgia a veces es menos, pero extraño mucho a mi familia, a mi hijo Alejandro que en septiembre cumple cinco años, mi casa, mi ciudad, pero, siempre estoy atento a todos». —Tu nombre hace gala de tu especialidad y de la misión de que formas parte: Bienvenido, bienvenida la luz... —La Misión Milagro es, en la actualidad, una misión muy respetada, posiblemente de las más importantes que tiene Barrio Adentro hoy, aquí. Por su trascendencia, por los logros alcanzados y por el respeto que nos hemos ganado, es percibida de un modo especial. Como es mi propia especialidad me ha dado mucha fuerza, deseos de seguir adelante y ser cada día mejor. Como decía el Che, siempre habrá muchas más cosas por hacer. Fuente: Juventud Rebelde
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