Cual reinas de belleza recién coronadas, así hemos visto a Naomi Campbell y a Paris Hilton paseándose por una calle de La Habana, un grupo de curiosos haciéndole coro al pasode un almendrón descapotable, o joya museable por muchos deseada. La escena, resulta, lo menos pintoresca: la calle Aguacate de fondo de una pasarela improvisada, ellas dos no simples turistas que pasean por las calles, no simples turistas en un carro sino subidas a él exhibiéndose, interactuando poco e intercambiando confidencias y risas entre ellas, los 'admiradores', ocasionales ataviados con sus atuendos del diario y el señor de blanco que va en el carro-carroza interpeliendo de malas maneras a algún coche o transeúnte que les obstruye el camino y desacelera la marcha de las reinas de la belleza.
Que los famosos levanten revuelvo allá donde vayan podrá parecer más o menos frívolo, más o menos justificado pero es un hecho y un negocio, del cual viven no sólo ellos, sino medios de comunicación, programas televisivos, marcas. Que estas dos celebrities provoquen tal revuelo con su viaje a La Habana, a donde algunos prefieren viajar de incógnito o mezclarse por unos días el pueblo, pareciera no solo justificado sino buscado. ¿Cómo permanecer, si no, impávidos ante el paso de este trono en movimiento que irrumpe por un momento y cambia no solo el curso normal de los coches, sino de las vidas de esos testigos espontáneos?
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