Las sombras de la atención sanitaria en Cuba

Los cubanos observamos el creciente deterioro en los servicios e instalaciones médicas de la Isla y contemplamos con rabia el florecimiento de unas conductas poco éticas y oportunistas de mercadeos, tratos de favores y distinciones en los servicios.

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Este artículo es de hace 9 años

Cuba es un país con muy buenos médicos. Como bien dicen en la Isla 'eso lo saben los cubanos y los extranjeros'. La buena reputación de los galenos y personal de los servicios sanitarios es más que merecida y se sustenta en su formación y competencia, en su entrega y sacrificio casi con independencia de las condiciones de sus propias vidas y de lo que para ellos representan su trabajo y su salario. Médicos de familia, recién graduados o con experiencia, especialistas de todas las ramas, enfermeras con muchas horas de servicio a su haber, todos en mayor o menor medida han contribuido a la buena fama que tiene la Isla en esta esfera.

Por ello es que los cubanos observamos, con no poco dolor, el creciente deterioro en los servicios e instalaciones médicas de la Isla y contemplamos con rabia el florecimiento de unas conductas poco éticas y oportunistas de mercadeos, tratos de favores y distinciones en los servicios (conocido como sociolismo en el argot popular). Las razones de tales enfermedades de la salud pública cubana son variadas y complejas.


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En primer lugar, están las propias carencias de materiales, recursos y equipamientos que impiden que todos dispongan del trato de calidad necesarios y que coloca a los equipos médicos, auxiliares y administrativos en posiciones de auténticos dioses a los que hay que agradar y agasajar de todas las maneras posibles, para asegurarse estar en el bando de los afortunados a los que 'llegan' las cosas. En segundo lugar, está el hecho de que muchas de las personas que desempeñan sus funciones en la esfera de salud no tienen cubiertas sus propias necesidades ni resueltos sus problemas familiares con los salarios que reciben. Esto los coloca en la posición de tener que buscar vías alternativas para solventar los escollos de su cotidianidad.

En tercer lugar, están las desigualdades en cuanto a poder adquisitivo y estándares de vida que campean por la Isla y que hacen que haya pacientes que de manera ilegal pero aceptada paguen para obtener el mejor de los servicios posibles. Una cierta dosis de carencia de principios hace falta también para involucrase en estas transacciones.

Hay excepciones, en todos los sentidos, la corrupción y la falta de ética no está en todos los sitios ni en todas las personas pero no son infrecuentes casos de partos con anestesia para las que pagan, de turnos que se adelantan a los que regalan, de medicinas que aparecen si eres amigo, de mejores condiciones en las habitaciones de hospitales si das algo por atrás. Es triste pero es cierto.

Por otra parte, los programas de los médicos de familia, surgidos en los años 80 para brindar una atención preventiva y de seguimiento mejor y más cómoda en todos los rincones de la geografía cubana, no solucionan actualmente las necesidades que a diario surgen: muchos consultorios están vacíos -temporalmente porque el médico salió a...., o indefinidamente porque estar prestando servicios en el extranjero.

El resultado es que algo tan sencillo como obtener una receta médica, el certificado para renovar el tarjetón de las medicinas, hacerse una prueba citológica o medirse la presión arterial se convierta en una labor titánica las más de las veces infructífera.

Desde hace muchos años hemos escuchado la broma de la potencia médica que se quedó en eso, durante no pocos todos nos hemos movido entre el vanagloriarnos y congratularnos de las gratuidades y calidad en cuanto a atención médica y protestar y criticar la calidad en los servicios y las dificultades en la atención primaria y especializada.

Tener dinero y 'palanca' en estos temas, sobre todo en los últimos años, parece estar asegurando tener mejor y más garantizado acceso a la sanidad y hace que, tristemente, la atención sanitaria de los 'pudientes' no sea la misma que la del ciudadano de a pie que no tiene ni amigos ni puede pagar favores. Esperemos que los cambios que se están vislumbrado en la Isla contribuyan a erradicar estas prácticas, que los trabajadores de la salud pública no necesiten recurrir a ellas para tener condiciones de vida acordes a la trascendencia de sus responsabilidades y compromiso social, esperemos que nuevamente la atención sanitaria sea igualitaria para todos y para la cual sus profesionales están sobradamente preparados.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.