Javier Méndez regresa a Industriales como director

La generación de Javier fue la más grande que ha tenido Industriales en su historia. Tenerlo de regreso es revivir en parte la grandeza y la gloria de esa generación y de aquellos tiempos, es sacarla del pasado y reinsertarla en nuestro presente.

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Este artículo es de hace 9 años

El gran Javier Méndez volverá a Industriales en la próxima campaña, y por lo menos como director, volveremos a verlo vestido de azul. A diferencia de la mayoría de los peloteros, que se retiran cuando el declive de su calidad se ha hecho notable, Javier se despidió del béisbol activo con una temporada de lujo. Era todavía un excelente bateador, era el tercer bate perfecto para Industriales, como no volveríamos a tener uno en muchos años, hasta la llegada de Gourriel.

Su partida fue por eso más dolorosa, no solo porque perdimos a uno de nuestros peloteros más queridos, sino porque a pesar de su edad, estábamos convencidos de que tenía calidad de sobra para seguir jugando unos años más.


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Por eso para los industrialistas, más que una noticia venturosa para el destino de los azules, el regreso de Javier es un bálsamo para la herida que se nos quedó abierta cuando nos dejó. Ya no volverá a batear jonrones espectaculares ni a tirar guantazos imposibles, pero al menos lo veremos caminar por el Latino, vestir el uniforme que usaba con tanta elegancia, hablar con ese tono de voz suyo tan tranquilo y educado.

Nada de eso es superfluo, pues fueron rasgos que contribuyeron a que Javier se convirtiera para nosotros en un mito y en un pelotero tan querido. También que estuviera en base cuando Marquetti conectó aquel jonrón inolvidable, o que hubiera formado parte de esa generación de peloteros que ayudó a convertir a Industriales en un equipo extraordinario, jugadores irrepetibles como Germán Mesa, Lázaro Vargas, Juan Padilla, René Arocha, el Duke Hernández, Lázaro Valle, Euclides Rojas, por solo citar a algunos.

Al menos para mí, fue esa la generación más grande que ha tenido el equipo azul en su historia. Tener al Jávico de regreso es revivir en parte la grandeza y la gloria de esa generación y de aquellos tiempos, es hacerla volver de alguna forma a los terrenos, sacarla del pasado y reinsertarla en nuestro presente.

Quizás por ser tan largos los juegos de pelota, o porque se juega casi todos los días, o por lo extensas que son las temporadas, el caso es que los peloteros se convierten para sus fanáticos en algo más que deportistas: son como de nuestra familia, y no es fácil desprenderse de ellos cuando se retiran.

Por eso el regreso de Javier tiene tanto valor. No sabemos si será un buen mánager, pero a veces el amor al béisbol no pasa tanto por las victorias o por las decisiones bien tomadas, sino por cosas de otra naturaleza y de otro valor simbólico. Pongo un ejemplo. Lázaro Vargas demostró no ser un gran mánager. Se equivocó demasiado y no ganó ningún campeonato. Pero hacía algo que al menos yo no voy a olvidar y me hizo querer todavía más a mi equipo. Cada vez que un pelotero de Industriales regresaba al dogout después de anotar una carrera o de lanzar bien unos innings, y a veces sin siquiera haber hecho nada útil por el equipo, Vargas premiaba su esfuerzo uniendo su cabeza a la del pelotero y abrazándolo. Gestos como esos son tan grandes o más que las victorias.

El regreso de Javier tiene esa grandeza y ese encanto, y es desde ya una victoria invaluable para el equipo Industriales y para el béisbol cubano.

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