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Con una pésima defensa, ataques poco creativos, un desorden generalizado en todas las líneas de juego y un estadio en condiciones lamentables, el equipo cubano demostró ayer que su derrota ante el Cosmos no se debió a falta de talento, sino de oficio, criterio futbolístico, experiencia y fogueo internacional, así como a la existencia en la isla de una infraestructura caótica e ineficaz para el desarrollo del fútbol.
Cuando concluyó el primer tiempo, parecía que un tren había arrollado a los cubanos. Pero no por diferencia de calidad, pues lucieron más desorientados que inferiores. Luego jugaron un segundo tiempo mucho mejor, pero con el Cosmos ya a media máquina, cuando la diferencia del marcador era insuperable. El juego finalmente quedó 4-1, con goles Lucky Mkosana (2), Sebastián Guenzatti y Hagop Chirishian por los visitantes, y de Andy Vaquero por los locales.
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En nada se pareció este encuentro a aquel otro histórico que sostuvieron los peloteros cubanos con los Orioles de Baltimore. Allí también perdimos, pero los cubanos demostraron que eran peloteros de los pies a la cabeza, que el béisbol cubano tenía salud y (aunque haya empeorado mucho desde entonces) la Serie Nacional que lo respaldaba era un evento de calidad.
Con el fútbol no ocurre así, y si la Serie Nacional está pidiendo cambios a gritos para tratar de mejorar, el campeonato nacional de balompié ha demostrado con este juego que es totalmente ineficaz para lograr que nuestro fútbol se desarrolle. Las carencias en el sistema de juego, sumadas a un estadio Pedro Marrero en malas condiciones, a la pobreza visual de la transmisión televisiva y al desorden en los listados de los jugadores, entre otras cosas que no se vieron, hicieron palpable la miseria estructural en que vive nuestro fútbol, muy por debajo de la calidad de los jugadores, quienes no solo demostraron tener talento, sino unas ganas tremendas de ganar y unos deseos inmensos de jugar al fútbol.
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