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Según un estudio realizado por el Centro Schumacher para la Nueva Economía de Estados Unidos entre octubre y noviembre del 2014, los campesinos cubanos, los investigadores y los organismos oficiales han conseguido construir en Cuba el sistema más cabal y completo de agroecología (aplicación de la ecología al desarrollo de sistemas agrícolas sostenibles) en el mundo y el más valioso en cuanto a agricultura libre de productos químicos, lo cual la convierten en líder en agricultura urbana orgánica y ecológica.
Según concluye el informe presentado, Cuba ha demostrado su capacidad para integrar algunos aspectos del funcionamiento de las empresas privadas, sin por ello sacrificar los valores sociales y éticos que promueve: una economía basada en el hombre y el medio ambiente como centros y no los beneficios económicos.
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Los buenos datos y la posición cabecera de Cuba en estos asuntos son el resultado, según afirma el informe, de la adopción de una política agraria descentralizada, de la promoción de formas de producción individuales y cooperativas (organopónicos, patios, jardines y parcelas estatales cultivadas por pequeños agricultores), de la relajación en las políticas para la libre explotación de la tierra para consumo local y la ulterior venta a instituciones públicas como escuelas y oficiales.
Este estudio, que pretendía además favorecer el intercambio de experiencias sobre economía sustentable y agroecología entre Cuba y Estados Unidos, se centró en los siguientes aspectos: métodos asequibles de acceso a las tierras para pequeños agricultores, el rol de las agricultura urbanas, incluidos los jardines comunitarios y educación nutritiva que promueva un mayor consumo de frutas frescas y vegetales, entre otros. Visitas y recorridos por la Habana y Pinar del Río y conversaciones con representantes gubernamentales, economistas, pequeños empresarios, agricultores, fueron las tareas fundamentales llevadas a cabo como parte de la pesquisa.
La existencia y funcionamiento de las cooperativas, la comunicación directa entre campesinos y agricultores son algunos de los puntos valiosos que señala y sobre los cuales manifiestan Estados Unidos podrían obtener ejemplos, que, a su vez, podría aportar a agricultores y cooperativas cubanos consejos sobre marketing y distribución.
No obstante, el documento resumen del viaje reconoce la necesidad de eliminación en Cuba del sistema de usufructo y la implantación del control de las tierras por parte de las cooperativas que las cultivan, además del uso libre.
Pese a lo optimista de este estudio y sus resultados, sabemos que las estadísticas y los datos en frío no dicen mucho, necesitan ser calibrados y valorados contextualmente para que adquieran su real dimensión. Por otra parte, la realidad observada en los escasos seis días que duró el estudio, centrado exclusivamente en sitios específicos de la capital y de Pinar del Río, dejan fuera la mayor parte de la Isla donde el panorama no es ni tan idílico ni tan halagüeño.
Que Cuba haya desarrollado -por políticas, convicciones o por vicisutudes económicas- sistemas de cultivo sustentables y amigables con el medio ambiente y haya favorecido el autoconsumo es solo una parte del problema. Las deficiencias de la producción y la poca capacidad de respuesta con respecto a la demanda, más unos, en consecuencia, elevados precios de los productos, son otras de las aristas de la realidad cubana que hay que tener en cuenta para dar solución y cobertura a las necesidades básicas de toda la población y para completar mejor el panorama de la agricultura en la isla.
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