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Los colombianos se vengaron ayer de una que le tenían guardada a Brasil, desde que la Canarinha los sacó de la última Copa del Mundo. La victoria colombiana de 1-0 también fue desquite de la derrota inesperada que sufrieron contra Venezuela hace unos días, en la primera vuelta del grupo C.
El partido no fue ejemplo de buen fútbol, pero les sirvió a los vencedores para meterse en una pelea de la que la Vinotinto los había sacado transitoriamente. También mostraron los de Colombia un juego más intenso y entregado, similar a aquel que enseñaron en el último Mundial, donde barrieron en su grupo clasificatorio y liquidaron a los incombustibles charrúas en octavos, antes de caer en cuartos con sus rivales de ayer.
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Quienes lucieron realmente mal fueron los brasileños, con una defensa inconsistente, un medio cambio torpe para recuperar y una delantera ineficaz y poco creativa. La derrota pone en la picota a Dunga, el seleccionador que ha sido tan criticado por su elección de jugadores y por su sistema de juego conservador. También obliga al equipo a gestionar al menos un empate con Venezuela, a riesgo de quedarse sin clasificar.
Pero lo más llamativo del encuentro fueron los empujones con que se despidieron los jugadores de ambas selecciones tras el último pitido del árbitro. Tras sofocarse la riña, el principal le mostró tarjetas rojas a los delanteros Neymar, Robinho y Bacca, quienes se perderán el próximo juego de sus equipos.
Según sus declaraciones, Daniel Alves acusó después al réferi de haber tomado varias decisiones solo para ganar en protagonismo, dictámenes desacertados, como la tarjeta amarilla que le mostró a Neymar, que propiciaron el ambiente violento.
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