Una vez más, en silencio ha tenido que ser

“En silencio ha tenido que ser” es una de esas emblemáticas historias que junto a “Las huérfanas de la Obrapía” y “Tierra Brava” –por solo citar unas pocas- han trascendido en tiempo y espacio echando raíces en la idiosincrasia de todo cubano mayor de 20 años, en cualquier parte del mundo donde se encuentre.

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Este artículo es de hace 9 años

La televisión cubana, como de costumbre, desempolva viejos clásicos de la pequeña pantalla una y otra vez hasta que varias generaciones de la isla resultan unidas por el hilo de una misma historia.
“En silencio ha tenido que ser” es una de esas emblemáticas historias que junto a “Las huérfanas de la Obrapía” y “Tierra Brava” –por solo citar unas pocas- han trascendido en tiempo y espacio echando raíces en la idiosincrasia de todo cubano mayor de 20 años, en cualquier parte del mundo donde se encuentre.
Pero saltémonos la extensa reflexión que amerita este reciclaje constante que nos proporciona, para el “disfrute” del verano, el ICRT (única entidad rectora de políticas radiales y televisivas del país)
Cuba es un país de telenovelas, eso corre por la sangre de los latinos, es inevitable, como el congrí con carne de cerdo. La telenovela ha sido sumamente estudiada por numerosos expertos de las ciencias sociales y en lo que todos concuerdan es que consiste en una vía más para transmitir patrones de conducta y comportamiento, valores, significados y normas de la sociedad que nos rige.
Vayamos, entonces, al suceso –aunque muchos no lo crean, es un suceso- que es la retransmisión de “En silencio a tenido que ser”.
Esta serie novelesca, narra la infiltración de miembros de los órganos de la seguridad del estado cubano dentro de los Estados Unidos.
Los sentidos del bien y el mal oscilan entre la sociedad de Fidel Castro y el “enemigo imperialista” respectivamente. Aquellos que difieren del pensamiento comunista son personajes negativos y el positivo, un espía de la seguridad del Estado.
Unas actuaciones de primera –Sergio Corrieri, Mario Balmaseda, Consuelito Vidal – y una banda sonora que le pone los pelos de punta al más bravo –compuesta enteramente por José María Vitier- son los rasgos principales que hacen atractiva una herramienta más de propaganda y divulgación ideológica del Estado cubano.
Queda claro entonces que, pese al constante bombardeo propagandístico que sufrimos todos los cubanos de la isla (a través de los noticieros, periódicos, spots, vallas, posters, canciones, y un sin número de etcéteras) la manipulación hegemónica se manifiesta también en forma de entretenimiento.
Metafóricamente hablando, la vaselina para introducir gradualmente una ideología obsoleta y disfuncional en la cultura de nuestro país.
La retransmisión de una serie como esta, dentro de un contexto totalmente diferente al de los años ochenta, nos llama a recapitular sobre la sociedad en la que vivimos y sobre la sociedad que queremos los cubanos.
Cuál sería la expresión en el rostro del protagonista al enterarse de que el próximo 20 de julio se izará la bandera norteamericana en La Habana, qué diría al conocer sobre el incremento constante y diario de la inversión extranjera en su Cuba socialista.
El mismo discurso de siempre, venga por donde venga, ya no nos afecta ni nos afectará como antes.


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