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Nunca logro enajenarme lo suficiente para evitar estar expuesta a la agenda noticiosa del Sistema Informativo de la televisión cubana y sus “sagaces” trabajos periodísticos.
Me propuse no tocar un Granma ni un Trabajadores más, me subscribí a Cubadebate pero -la verdad- siempre borro sus entradas, nada de radio o televisión si lo que busco es información fidedigna. Pero los ecos del NTV, como una suerte de ruido ambiente, me llegan por todos lados, es ineludible.
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En la mayoría de los hogares cubanos –y algunos centros de trabajo- se observan de forma religiosa los noticieros. No cabe duda que más allá del acto de recepción de información, existe un fenómeno relacionado con la costumbre y la contemplación pasiva. Es una cultura de la complicidad. Tú me das la información y yo me la creo. Y así nos adiestramos en encender el televisor a la una en punto de la tarde o a las ocho de la noche y criticamos el peinado de la comentarista o la corbata de Rubiera. Incluso le cogemos cariño a esos periodistas que no son más que portavoces del gobierno.
Serrano, por ejemplo, -quién no conoce a Serrano, para mí sólo hay dos, el jamón y el periodista- él y su bigote ya son un ícono emblemático de la prensa en la isla, le ha tocado hacer de ave de mal agüero tantas veces como cartas del “compañero” Fidel han salido al aire.
Hoy al medio día –sin ir más lejos- en el segmento de Internacionales del NTV se colocó un reportaje sobre el emoticono smiley face o carita feliz. ¿No ocurrió absolutamente nada relevante en el mundo el día de hoy y hubo que rellenar con un trabajo sobre un emoticono? Me reservo los comentarios que merece este suceso pero me quedo pensando, concienzuda y extendidamente sobre el periodismo, el periodismo como profesión, como academia, como estilo de vida. Y me pregunto cuál es su papel ahora… cuál será su papel mañana.
Para nadie es un secreto que los medios en Cuba no reflejan, ni remotamente, la realidad que vivimos los que estamos dentro o fuera de la isla. Los principales órganos de prensa defienden y exponen exclusivamente la visión oficialista y muchos de ellos pecan en poner con exactitud los mismos titulares y las mismas fotos. Granma, Juventud Rebelde –que no es ni es joven ni rebelde-, Tribuna, Bohemia y Trabajadores son algunos de estos que, al igual que la tediosa Mesa Redonda, tributan a perpetuar el sistema político rigente desde hace más de medio siglo. Transcurre el tiempo y la prensa cubana, sea cual sea el soporte que la acoja, impresa, digital, radial o televisiva, crece como una criatura deforme que ya no puede encontrar su propio ombligo. Parafraseando al grupo de rap Los Aldeanos, “Cuba está bien, el resto del mundo es una m…”
La Mayor de las Antillas se está adentrando en un contexto en donde ya no puede tapar el sol con un dedo. EEUU como potencia económica y globalizante no demorará en acogernos bajo su ala y con el acceso tecnológico que esto pueda acarrear, el ejercicio del periodismo, asumo, tiene que repensarse. Lo cierto es, que si seguimos por el camino que vamos, no hay carita feliz para la prensa en Cuba.
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