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Cuando los cubanos pensamos que ya conocíamos a los personajes y al escenario de la nueva representación que debemos aplaudir -ahora que los enemigos se han convertido en amigos- viene Kcho y nos regala una nota de espontaneidad e improvisación.
La imagen de este artista plástico levantando -en tierra de libertad- una bandera del 26 de julio ha desatado memes y comentarios en las redes, mientras en Cuba se alaba su gran hazaña.
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La instantánea, sin embargo, no hace más que poner en evidencia el triste contraste entre cómo funcionan las cosas en Cuba y cómo en el archi nombrado brutal imperialismo. En la isla se castiga y persigue el libre ejercicio del pensamiento, la afiliación y la manifestación; en Estados Unidos, en cambio, un ciudadano cualquiera -extranjero y mestizo para más inri- puede solicitar a un oficial que le haga una foto en una zona pública -ni más ni menos que frente a la Casa Blanca- mientras enarbola una bandera ajena y desconocida.
¿Significa este gesto que los cubanos podrán a partir de ahora hacer lo mismo en la Isla? ¿Podrán los cubanos alzar las banderas con las que se sientan identificados? ¿Les dedicarán los medios notas de ensalzamiento? ¿Qué pasaría si un cubano decide fotografiarse en Cuba en un entorno y actitud parecidos, por ejemplo, el punto cero o la Plaza de la Revolución?
Lamentablemente, por mucho sarcasmo que le pongamos al asunto, sabemos que esto no es más que un indicio de que en Cuba nada ha cambiado, de que pese a los maquillajes y los cacareados cambios que no llegan, en la Isla solo se podrán enarbolar las banderas que la oficialidad permite y solo se les dará voz a quienes perpetúen y apoyen el régimen que desde hace más de 50 años controla la sociedad y la vida de los cubanos.
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