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La reciente entrevista concedida por la hijísima del presidente Raúl Castro al diario español ABC produce tanto tedio, que hay que hacer un gran esfuerzo para no caer en la tentación de pasarla por alto. Sin embargo, cuando se tiene responsabilidad social, cuando se sufren las cosas de la tierra como lo hacemos los cubanos, el silencio se hace cómplice; y ya va siendo hora de ir acabando con las complicidades.
Nada hay más peligroso que las posturas represivas y totalitarias revestidas de cientificismo, tecnicismos y verborrea. Confunden, parecen serias e irrebatibles, cuando en realidad no hacen más aprovecharse de la palabrería para sustentar políticas indefendibles, exclusivas, totalitarias, continuistas y represivas. Esto es, precisamente, lo que hace Mariela Castro en un intento por justificar los primeros años de la revolución en los que cientos de homosexuales, diferentes de pelo largo, librepensadores,contestatarios; sufrieron escarnio, represión, encarcelamiento, exclusión y ofensas.
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Con una desfachatez tan típica de los dirigentes cubanos manifiesta que en la Cuba de aquellos años “No había una ley que lo prohibiera ni la penalizara [la homosexualidad]. Se dice que se penalizaba, pero lo que sucedía es que en Código Penal había conductas tipificadas -como escándalo público- que quedaban a la libre interpretación de los administradores de Justicia.” ¿Se refiere al mismo código penal que sigue tipificando la libre manifestación de oposición como escándalo público y que hace que los presos políticos se les considere comunes? De eso no habla Mariela.
Ahora resulta que esta persona, que se ha erigido en defensora de los derechos de los homosexuales, lesbianas y transgénero cubanos, explica que lo ocurrido durante tantos años se debió a una legislación arcaica y a unas interpretaciones erróneas de los administradores de justicia, ¿resulta que todo es fruto de unas figuras legales que se arrastraban de la época colonial y que “después de la Revolución no se habían cambiado porque no consideraban que hacían daño”? ¿de veras se supone que tengamos que asentir y pasar página sin más? ¿cómo se puede decir que no hacían daño? ¿tendremos que refrescarle a esta distinguida sexóloga qué cosa fue la UMAP? ¿de veras es esta la persona que debe hablar de igualdades? ¿se merece la notoriedad que su figura ha experimentado? ¿defender lo indefendible es honesto y justo?
La hija del actual presidente cubano, por demás, tiene tan bien aprendida la lección de las 'necesarias represiones' (efectos colaterales), que no puede aceptar la diferencia de pensamiento sin más, como lo que es: una simple muestra de ejercicio de libertad individual y de elección. Su postura pone, así, de manifiesto que en Cuba no ha cambiado ni va a cambiar nada porque las represiones y faltas de libertades no son fruto de malas interpretaciones por parte de las personas, ni de errores o desconocimientos de sus gobernantes, sino una sistemática, sólida y compartida posición de no permitir ninguna manifestación ni conducta que se aparte de lo que política e ideológicamente está aceptado.
Su inquebrantable incondicionalidad al sistema de los Castro es tan férrea que ni tan siquiera puede permitirse algo de originalidad en su presentación de la oposición, a la que describe ridículamente como “grupitos que han llamado oposición, y que no saben a quién se oponen”. Perdone usted, pero se oponen a usted, a su padre, su tío y todos lo que han construído un país donde ni tan siquiera se puede usar el nombre de su líder histórico si no es para ensalzarlo, agradecerle o manifestarle devoción y entrega.
Se necesitaría un diccionario propio que aclarase su particular manera de entender el significado de consenso “Aquí se decide las políticas por consenso, cuando se cree que no habrá consenso se demoran algunos procesos para esperar condiciones, como por ejemplo el tema que nosotros defendemos”, ¿que como fruto de esa espera y condiciones no creadas se apalea a unos cuantos homosexuales, se les despide de sus trabajos, se les persigue y trata como escorias?, qué más da, eso sucede en todos los experimentos.
En lo único en que se vislumbra un atisbo de honestidad y con lo único que se puede estar de acuerdo es cuando dice que “todo lo que hemos hecho desde el 59 es un interesante experimento de transformación social”. De que ha sido un experimento hemos tenido muestras los cubanos todos, pues todos en mayor o menos medida lo hemos sufrido en nuestras carnes, hemos sido los conejillos de india, sujetos de laboratorio, las variables fijadas que han sufrido los incesantes ires y venires, decisiones e imposiciones cual marionetas controladas por los amos y decisores. Para los que mandan hemos sido parte de su juego y de su experimento de poder, somos ese subproducto dañado, desechable cuando inservible, pero indeleblemente marcado de por vida.
Serían necesarias muchas más entrevistas de 'estas nuevas generaciones', de estos líderes de mente aparentemente más abierta, muchas más horas de intentos de explicación de lo inexplicable, mucha más palabrería e insensible verborrea, para intentar borrar tantos años de ignominia, de daños materiales y psicológicos infringidos a tantos cubanos.
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