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La salud en Cuba es gratis pero cuesta, así anuncian los reversos de las recetas médicas y los grandes afiches que encontramos los cubanos en los consultorios y hospitales.
Lo cierto es que, lo que forma parte de una campaña para divulgar lo costoso que resulta mantener el sector de la salud para el gobierno de la isla, termina siendo una afirmación de la pura realidad.
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Una gestión tan sencilla como realizarse la prueba del dengue hemorrágico, mal que continúa azotando a los habitantes del verde caimán, puede terminar siendo una jornada epopéyica y hasta desagradable.
La mala infraestructura que padecen la mayoría de las instalaciones médicas (resultado de construcciones apresuradas en el marco de celebraciones patrióticas) se suma a una considerable falta de higiene y el maltrato –en varios niveles- a los pacientes.
No hace mucho, tuve que ingresar a un familiar en el hospital Manuel Fajardo de La Habana. La sala de espera para los acompañantes y otros pacientes se encontraba junto al baño, del cual emanaba un olor intolerable. Varios asientos quedaban bajo una filtración del techo por lo que algunas personas tenían que permanecer paradas. Los pacientes con cirugía de urgencia debían “esperar un tiempo” -indefinido- porque el salón disponible estaba siendo esterilizado.
A pesar de que Cuba cuenta con doctores muy capaces, otros trabajadores vinculados a la salud resultan grandes profesionales del hostigamiento. Enfermeras, camilleros, ambulancieros y otros tantos, asumen su trabajo con pesadez y mala gana, aumentando la tensión en los pacientes, que tienen ya preocupaciones de sobra.
En otra ocasión tuve que visitar a un pariente en uno de los pabellones del hospital Calixto García. Cada habitación era de aproximadamente 15 metros cuadrados y acogían, cada una, tres camas personales. Los servicios sanitarios no funcionaban por lo que era necesario cargar cubos de agua de forma frecuente. Asimismo, los enfermeros de turno se reunían a fumar dentro de la instalación en lo que disfrutaban de “Nuestra Belleza Latina” a todo volumen.
Prepararse para el ingreso de un familiar es, entonces, una tarea compleja. El hospital no garantiza sábanas limpias, almohadas o ventiladores y aunque parezca descabellado, tampoco la atención constante y personalizada de una enfermera.
Otro fenómeno que –asumo- sólo se da en nuestro país, son las normas, instauradas informal y convencionalmente, de pago “por la izquierda” a los doctores. Los pacientes sabemos que los doctores no son remunerados lo suficiente por su trabajo, así que mostramos nuestra gratitud con meriendas, refrescos, pomos de champú, y hasta dinero. De esta forma también aseguramos que nuestra próxima visita al médico no cuente con ningún impedimento.
Aunque no se pueda negar que la salud en Cuba despunta con índices mayores a los de muchos países desarrollados del globo, la isla adolece cada día más la carencia de ese sentido humano que nos hace querer el bienestar del prójimo.
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