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Protege, Señor, al cine nacional, hazlo libre y no dependiente de permisos y sospechas, hazlo fuerte y no supeditado a cómo amanecieron las hemorroides de la Autoridad.
Concédenos la Ley de Cine que reclamamos, y abre las oxidadas entendederas de la Autoridad para que entienda que exigimos un derecho, no rogamos un favor.
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Señor, ya puestos, concédenos también un ICAIC con centro en el cineasta y no en el funcionario;
un ICAIC donde la Autoridad esté siempre disponible y presta a ayudarte, y no reunida, de viaje o en un curso de Cuadros;
un ICAIC donde la Autoridad se atreva a plantar cara a la Autoridad mayor, si es necesario por defender la causa de los cineastas, y no se limite a transmitir y generar evasivas;
un ICAIC pequeño, no un ICAIC colosal, pero eso sí, tecnológicamente competente, que pueda promover nuestro cine de acuerdo a los requerimientos del mundo de hoy.
Si te resulta muy difícil, Señor, devuélvenos al menos el ICAIC de los años dorados, ese ICAIC de apasionados y soñadores, donde una delegación que viajaba a una Muestra de Cine estaba integrada por cuatro cineastas y un funcionario, y no al revés.
Permítenos, Señor, conservar nuestro palmito de talento. No nos dejes caer en la tentación de hacer sólo lo que esperan de nosotros, lo que vende; aléjanos de filmar exclusivamente la rabia y la contingencia. No te pedimos que fortalezcas nuestro amor al cine, porque mucho hay que amarlo para hacer cine en Cuba, y ni siquiera Tú puedes superar eso.
Señor, no te distraigas y mira pá cá, que te estoy hablando.
(Del Llano, MMXV) www.eduardodelllano.com (7 de julio 2015)
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