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Los pasajeros del lujoso yate “Still Water” que llegó a la Marina Hemingway de La Habana esta semana, proveniente de Florida, realizaron un recorrido turístico por la capital en un bus del gobierno cubano.
El arribo de semejante embarcación (de tres millones de dólares) suscitó la efervescencia de la prensa internacional en torno a las nuevas relaciones comerciales entre EEUU y Cuba. Por primera vez en décadas, el gobierno norteamericano empezó a autorizar un amplio rango de viajes marítimos de gran escala a Cuba, afirman medios digitales.
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El turismo en sí sigue siendo ilegal bajo el embargo pero, desde el anuncio del restablecimiento de relaciones diplomáticas entre ambas naciones, el gobierno del presidente Barack Obama ha concedido permisos a decenas de embarcaciones, a cinco compañías de transbordadores y cuatro líneas de cruceros.
El corredor de yates Paul Madden, por ejemplo, ya recibió un permiso del gobierno estadounidense para comenzar la renta de yates para viajes con guías turísticos tanto americanos como cubanos a la isla. Cruceros con licencias nuevas operarán bajo el mismo modelo.
Propietarios de embarcaciones similares han realizado escala en La Habana de forma discreta. Igualmente, viajeros aéreos estadounidenses han llegado a Cuba desde Canadá o México desafiando leyes impuestas por su gobierno.
La interrogante actual de los especialistas cubanos del turismo gira en torno a la capacidad infraestructural de la nación caribeña para responder de forma rápida y eficaz a la demanda masiva de instalaciones modernas para embarcaciones, y para el alojamiento y transporte de los pasajeros una vez en tierra firme.
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