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En el corazón de La Habana despunta un sitio que ha devenido lugar de asistencia obligada para los jóvenes amantes de todas las manifestaciones del arte: la Fábrica de Arte Cubano.
Un conglomerado algo hipster de bares, áreas expositivas, cafeterías, salas de conciertos para agrupaciones de pequeño formato y DJs, entre otros espacios, emerge de lo que hace unos años era tan sólo los vestigios de una fábrica de aceite de maní.
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La rescatada arquitectura recuerda a iniciativas similares realizadas en las grandes ciudades industrializadas: antros diseñados para responder a una época de producción apresurada que ya no existe vuelven a la vida de la mano de emprendedores del mundillo bohemio del arte.
Un “segurata” de dos metros te da la bienvenida registrándote hasta el último rincón de tu bolso y con cara de pocos amigos te permite el paso apartando la cinta que limita la entrada. Si te pasas de un poco más de las 10 pm es casi imposible el acceso, una gran cola que dobla la esquina es uno de los rasgos que definen el lugar.
Adentro es otro universo, uno hasta se siente extranjero en su propia casa. La fábrica está esbozada para que ocupes el lugar que desees según tu estado de ánimo. La música ambiente (desde clásicos del rock y el pop mundial hasta los hits más modernos) se despliega de acuerdo al escenario donde te encuentres.
El ticket de entrada solía ser una libreta de abastecimiento, un guiño a la cultura del racionamiento que sólo tenemos los cubanos. Ahora es un billete de un peso cubano, que en realidad cuesta 50 o 2 cuc, un porciento significativo para el bolsillo del cubano promedio pero aún bastante modesto en comparación con el resto de las ofertas afines en la capital.
Aunque sus precios siguen siendo cuestionables, así como su existencia prolongada dentro de un entorno hostil hacia las grandes iniciativas privadas, la FAC -como todos la conocen- es un gran espacio de interacción social y cultural, perfectamente diseñado para satisfacer las necesidades de esparcimiento que tanto padece la juventud cubana.
Pese al importante papel que juega para y con la comunidad relacionada con el arte, la FAC no deja de ser un negocio redondo para sus fundadores, la familia Alfonso, compuesta por los músicos de la prestigiosa agrupación “Síntesis”.
Entre ellos destaca el famoso compositor Equis Alfonso, ganador de un premio Goya por la banda sonora del filme cubano Havana Blues y uno de los pocos artistas del patio que ha expresado libremente su pensar sobre la dinámica de la isla sin tener que sumarse a la diáspora.
Por eso para muchos es incomprensible que, precisamente este músico que ha rozado con lo contestatario, se haya aliado felizmente a altos organismos reguladores del Estado como el Ministerio de Cultura para llevar a la vida su proyecto.
Según la prensa oficial, tanto el Mincult como el Instituto de la Música respaldan financieramente a la FAC hasta que logre ser autosustentable; no obstante, el despliegue (y hasta derroche) de insumos, el cuidado de la infraestructura y su constante expansión, la paga que recibe el personal, y otros aspectos, son señales de que la Fábrica posee un matiz marcadamente capitalista, algo que deja mucho a la duda.
¿Es este entonces el algoritmo compatible con Cuba? “Con” pero “sin” Estado o Equis resulta ser un privilegiado, el “niño lindo” entre tantos y tantos emprendedores cubanos.
La Fábrica abre sus puertas de jueves a sábado, de 8:00 PM a 4:00 AM y los domingos, de 8:00 PM a 2:00 AM. Por la totalidad de personas que recibe cada uno de esos días (varios miles incluyendo foráneos) y que consumen mínimo 1.50 cuc (precio de la bebida más barata), FAC ingresa un buen monto de dinero, quién se queda con qué es un misterio.
Según sus iniciadores, F.A.C. es un proyecto artístico impulsado por la necesidad de rescatar, apoyar y promocionar la obra de artistas de todas las ramas del arte como: cine, música, danza, teatro, artes plásticas, literatura, fotografía, moda, diseño gráfico y arquitectura; que a través de su integración arte/artista promuevan el intercambio y acercamiento directo entre el público y el creador a nivel masivo.
En teoría, es un espacio de magníficas proyecciones, sobre todo muy visionario, pero la cuestión de la accesibilidad para los nacionales sigue pendiente, sobre todo si es un proyecto intervenido por el Estado.
También la presencia en expansión de “yumas” y el mosqueo de personajes “vividores” que eso conlleva se ha vuelto cada vez más común debido al aire altamente comercial que matiza al recinto.
Entre tanto, la FAC nos entretiene, es un oasis dentro del desierto que suele ser el espacio urbano capitalino, un soplo de aire fresco, una dosis inyectada de cultura cubana en su máxima expresión, sin dejar atrás los atractivos que se necesitan para atrapar al joven de estos días y sobre todo, al extranjero.
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