Siempre que llueve...

Desde ayer en la tarde, intermitentes aguaceros en la capital comenzaron a aminorar el intenso calor que vive Cuba desde hace unos meses. No hay duda de que la totalidad de los habaneros celebraron los vientos más frescos y la leve ausencia del sol, sin embargo, todavía resuenan los ecos de derrumbes masivos que acarreó la última temporada de lluvias.

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Este artículo es de hace 9 años

Desde ayer en la tarde, intermitentes aguaceros en la capital comenzaron a aminorar el intenso calor que vive Cuba desde hace unos meses. No hay duda de que la totalidad de los habaneros celebraron los vientos más frescos y la leve ausencia del sol, sin embargo, todavía resuenan los ecos de derrumbes masivos que acarreó la última temporada de lluvias.

En un contexto de intensa sequía y altísimas temperaturas, la dicha que pudieran traer las precipitaciones no dura mucho. Los cubanos no podemos dejar de pensar en el día después del aguacero, cuando el calor taladra las paredes húmedas, deformándolas y aumentando la posibilidad de que se desplomen.


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El pasado mes de abril trajo consigo recurrentes lluvias que provocaron casi 30 derrumbes en edificaciones de Centro Habana, Habana Vieja y Cerro principalmente. Las viviendas de estas zonas, por lo general, se encuentran alojadas por familias en condiciones de precariedad y hacinamiento.

La crítica situación económica de los habitantes de estos barrios periféricos imposibilita el mantenimiento del buen estado constructivo de la mayoría de sus residencias. Si a esto se suman factores externos como un clima drástico y el desinterés por parte de las autoridades públicas en la seguridad de los ciudadanos, tenemos como resultado una ecuación fatal.

Las reparaciones superficiales de estos avejentados inmuebles y el maquillaje rápido previo a alguna fecha conmemorativa (o la visita de alguna figura foránea), no hacen más que agravar la situación y alargar la solución a una de las problemáticas que afectan más a la parte urbana de la isla.

Apuntalamientos, remaches y demás improvisaciones son “adornos” comunes de las calles habaneras. A los descoloridos edificios les quedan los días contados, sólo queda apostar por la seguridad de sus habitantes y que tales “truenos” no sean portadores de ninguna tragedia.

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