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Esta puesta en escena, dirigida por Carlos Díaz, se distingue por su hondura ética a pesar de la brevedad en que transcurre, una brevedad que parece intensificarse por el dinamismo y las muchas risas que provoca en los espectadores la sátira a cubanísimas circunstancias ocurridas desde el año 1868 hasta la actualidad.
La obra antóloga frases muy conocidas, lemas y consignas que resumen las épocas y describen el antes y el ahora de los cubanos visto desde una perspectiva universal, que rebasa localismos y el cubaneo, en tanto se naturalizan personajes como el propio Harry Potter y Voldemort. Seis jóvenes que se gradúan de la Escuela Nacional de Arte encarnan a los magos británicos con altos niveles de mordacidad, irreverencia y desencanto. Los jóvenes actores reescriben sobre el escenario, desde sus respectivas vidas de estudiantes, las dificultades de su generación, sus «indicios de vida, fantasía, límites, sueños, realidades».
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Destaca la energía y destreza de Joel Hernández, Pedro González y Andrea Doimeadiós, en las metáforas que sugiere el texto de Agnieska Hernández, quien presenta las historias de los protagonistas y sus conexiones con la historia del Harry Potter a partir del niño que todos ellos llevan dentro.
En la sinopsis oficial del grupo se habla sobre los causas y porqués del fin de la magia, por qué hay que volverse mago, por qué se acabó la mezcla… etc. “Seis jóvenes actores cubanos son entrevistados, escriben textos, completan la investigación colectiva en busca de indicios de vida/ fantasía/ límites/ sueños/ realidades, accediendo a participar de un proceso de reconstrucción de momentos colectivos y personales, derivando la investigación hacia zonas más ricas y polémicas”.
El choteo y la parodia comunes al grupo de Teatro El Público reaparecen en esta puesta en escena donde manipula el instrumental posmoderno, la ironía y la desmesura a la manera habitual en este colectivo teatral.
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