Silencios y culpabilizaciones: Cuba ante la crisis de cubanos en Costa Rica

Importa mucho más hallar el culpable fuera, sacar de casa la explicación de la crisis, hablar de los muchos ciudadanos en el mundo que corren igual o peor suerte, apoyar y recalcar las posturas de los países latinoamericanos cuyos migrantes no disponen de beneficiosas leyes migratorias en Estados Unidos que analizar por qué la emigración sigue siendo la opción más socorrida de tantos y tantos cientos de cubanos.

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Este artículo es de hace 9 años

A escasas horas de haber concluido la reunión del SICA+4 que incluyó a los países integrantes del Sistema de Integración Centroamericana y los cuatro invitados Cuba, Ecuador, Colombia y México, los titulares y noticias de los medios oficiales cubanos no hacen más que poner en evidencia la politización y visión interesada del asunto, esa misma que han criticado y que han erigido como bandera de su rígida e inamovible postura.

Como si de una película se tratase, o como si los protagonistas de los hechos no fueran ciudadanos nacidos, crecidos y con raíces en la Isla, algunos medios oficiales dedican extensas notas a referir las posturas de terceros y continúan volteando la mirada a los Estados Unidos como responsable exclusivo y absoluto de la actual crisis migratoria.


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Cero análisis sobre las causas que han motivado a estas personas a correr los riesgos de las travesías en que se embarcan, cero análisis sobre la diversa y sintomática composición de estas cerca de tres mil personas que se encuentran en la frontera de Costa Rica -y de los otros cientos que incesantemente continúan emprendiendo esta y otras rutas-, cero pronunciamiento sobre por qué profesionales, personas con o sin estudios, madres con sus hijos -solo quien es madre sabe la urgencia, temor y desesperanza que debe sentirse para decidir involucrar a sus hijos en tan incierto camino-, cubanos de casi todas las edades y procedencias deciden vender todas sus posesiones, endeudarse o endeudar a los suyos, para poder pagar los altos precios que implica un viaje a la esperanza, los proyectos y el futuro, cero implicación y cero empatía con ellos, sus problemas, añoranzas y sueños.

Si lo han perdido todo es su problema, si se han arriesgado también; si los países de tránsito los aceptan es porque promueven la inmigración ilegal y no por razones humanitarias, pero si los rechazan es porque se apegan estrictamente a las leyes internacionales y a la protección de su soberanía.

Importa mucho más hallar el culpable fuera, sacar de casa la explicación de la crisis, hablar de los muchos ciudadanos en el mundo que corren igual o peor suerte, apoyar y recalcar las posturas de los países latinoamericanos cuyos migrantes no disponen en Estados Unidos de la tan nombrada ley de pies secos/pies mojados o de la Ley de Ajustes que analizar por qué la emigración sigue siendo la opción más socorrida de tantos y tantos cientos de cubanos.

Irrita la desvergüenza con que se proclama un derecho universal como si de una prebenda o beneficio se tratase: “Cuba reiteró que los ciudadanos que hayan salido legalmente del país y cumplan con la legislación migratoria vigente tienen derecho a retornar, si así lo desean”, publica Granma.

Llama la atención, además, la legitimación y visibilidad que se le da a las declaraciones que culpan al país del norte de la crítica situación y de mantener políticas que coadyuvan la migración cubana y discriminan la de ciudadanos lationoamericanos de diferente origen. Si bien es cierto que existe una legislación diferenciada en Estados Unidos con respecto a los cubanos y el resto de los ciudadanos latinoamericanos, si bien es cierto que el doble estándar para tratar a los cubanos y al resto de los ciudadanos de Lationamérica que quieren emigrar a Estados Unidos es criticable e injusto, si bien es cierto que leyes migratorias favorables a la acogida de ciudadanos son un efecto llamada o gancho a la emigración, ello no reduce la responsabilidad de las naciones y gobernantes cuyos ciudadanos deciden emigrar tanto y tan frecuentemente.

Centrarse en esas leyes coadyuvantes y su diferenciada manera de concebir a unos y otros ciudadanos es un lamentable recurso para desviar la atención y desatender las causas internas que inciden directa y activamente en el éxodo constante que desangra la sociedad y la familia cubanas.

Sin embargo, estas posturas oficiales, estos silencios, esta estrategia de lanzar balones fuera ni sorprenden ni son nuevas. Precisamente son estos silencios, estas desviaciones y deformaciones de la realidad, esta desatención de los problemas reales de sus ciudadanos y esta constante costumbre de buscar al culpable y al necesario enemigo fuera, algunas de las razones que motivan el éxodo y la búsqueda de oportunidades y nueva vida allende los mares de tantos cubanos.

El problema migratorio no es cosa de hace unas décadas, no surgió tras el deshielo de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos ni se vive solo en las aguas que separan ambas naciones o en la frontera de Costa Rica.

Todos estos repetidos factores externos que incentivan la migración y los tratos de beneficio con respecto a los cubanos caerían a cero, recibirían nula o escasa respuesta si la situación en la Isla, su país de nacimiento y donde a muchos de ellos les hubiera gustado continuar sus vidas, no los llevara a salir de ella.

Cuando en la mesa de debate se coloquen, además de estos motivos esgrimidos por las posturas y medios oficiales cubanos, las causas internas que llevan a los cubanos a lanzarse a la difícil y dura empresa migratoria, a dejar vivencias, sueños, familiares y amigos detrás, cuando Cuba quiera hablar abiertamente de los factores económicos, sociológicos, políticos y no solo ideológicos que subyacen en estos constantes movimientos -fugas- de personas, solo entonces podrá estarse algo cerca de solucionar el mayor problema que lastra la sociedad cubana desde hace décadas.

No basta la buena voluntad de otras naciones, no bastan las leyes comunes para regularizar las entradas de emigrantes, podrán establecerse nuevos requisitos, permisos y restricciones, podrán cerrarse las puertas y con ello dejarán de ser tan mediáticamente visibles y tan numerosas las hordas de cubanos que abandonan la isla, pero el goteo, desilusión y la mirada puesta en otras tierras como tabla de salvación a la esperanza no desaparecerán mientras “las cosas en Cuba no cambien”.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.