Emilio Cueto salió de Cuba cuando era un adolescente durante la Operación Pedro Pan, el mayor éxodo infantil del mundo occidental en el siglo XX. Se fue, pero sólo de manera física, asegura. Con el tiempo se formó como abogado, se hizo escritor y el mayor coleccionista privado de artículos cubanos en el mundo.
Reconoce que se sintió borrado del panorama cultural cubano, aunque hizo“un esfuerzo cultural” que le permitió su reinserción. Recientemente y después de haber sido vetada su presencia en la joven provincia de Artemisa por directivos del territorio, Cueto presentó el libro: La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano, considerado una joya de la cultura nacional. Conversamos en el parque del municipio de Bauta, uno de allá y uno de acá, dos cubanos, sin miedo al miedo.
¿Acaso construirse una historia a través de la colección fue la forma de estar más de cerca de Cuba, encontrándose físicamente lejos?
No. El impulso inicial fue tratar de comprender a mi país, yo me fui de bachiller pero uno quiere seguir aprendiendo. Sí me preocupó, profundamente, que en las primeras décadas se fue eliminando del panorama cultural cubano a la gente que se iba y me alarmé. Me dolió que se quitara del patrimonio cubano toda una serie de personas de mucho valor, sencillamente por el hecho de no estar aquí. Eso me impulsó más a coleccionar para preservar la huella de lo cubano. Yo siempre estuve convencido—y obviamente la vida me dio la razón— de que algún día los cubanos iban a decir: Cuba es todo. No puedes quitarle al árbol esta rama, porque cayó del otro lado de la cerca. En aquel momento no era fácil decir, por ejemplo: quiero dos discos de Paquito D´Rivera, ya no se encuentran. Entonces mi misión fue asegurarme de que alguien guardaba esto para la posteridad.
¿No hay nada de nostalgia en esas aspiraciones?
No es tanto nostalgia como asegurarme de que todo se guardaba para que la cultura cubana se preserve en toda su hermosa magnitud.
¿Se sintió excluido del panorama cultural cubano?
Sí, sin duda ninguna. Primero desde el punto de vista físico. Yo no pude regresar a Cuba por dieciséis años, o sea, más físico que eso no puede existir. Claro, una vez que llegas encuentras gente maravillosa, entre ellas Aracelis García Carranza que te recibe con una gran sonrisa en la Biblioteca Nacional de Cuba, diferentes personas sobre todo en el campo de la cultura. Creo también que por mi parte hice un esfuerzo cultural que permitió mi reinserción con mayor facilidad.
La cultura vuelve a demostrar que tiene un poder sanador y unificador…
Es lo más extraordinario que hay.
El 17 de diciembre se celebra el primer aniversario del restablecimiento de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos. Cuando supo la noticia, ¿cómo se sintió en el corazón de la nación norteamericana?
Yo creo que en Estados Unidos, en general, era algo muy deseado y muy esperado. Han pasado cinco décadas de una ruptura y es tiempo suficiente para madurar, repensar, ver las cosas desde otro punto de vista. Los dolores se van limando, las esperanzas van aumentando. Me tocó verlo, casualmente, en mi casa con un amigo cubano de la Isla con quien estaba trabajando en un libro. Más potente no pudo ser: una persona de allá y otro de acá. El sentir del cubanoamericano en su mayoría fue muy positivo.
¿Desde el punto de vista cultural qué impacto le ve a todo esto?
La cultura es lo primero que viaja. Se amplían los horizontes de los cubanos de aquí que escuchan otras voces y otras maneras de expresarse. Todo esto es una llamada a la apertura.
En sus declaraciones afirma que nunca se ha sentido lejos de su país, ¿por qué razón?
Yo me fui solo, adolescente, y mi familia se quedó en Cuba. Salí con una preocupación muy grande de no perder de vista a mi país y me preocupé de estar al tanto de todo: ver películas cubanas, leer textos de Cuba para no desinformarme. Fue un gran esfuerzo para mantenerme cercano.
Para que su colección privada permanezca definitivamente en Cuba debe estar en un mismo lugar, tal y como se encuentra en Washington. ¿Mantiene esa idea?
Espero estar vivo para hacer eso, no quiero morirme y que otros lo hagan. El motivo de la unidad es muy sencillo: yo entiendo el valor de tener museos especializados. Por otra parte, la cultura es una y los vasos comunicantes son muy amplios y todo es un eslabón. Una partitura musical, por ejemplo, tiene la música de un compositor, la letra de un poeta, el tema histórico de un evento que ocurrió y una portada de artes plásticas. Entonces, obviamente, si la pones en el Museo de la Música, pierdes esa integralidad y no quiero que suceda después de haber recuperado de todas partes del mundo, para que después se vuelvan a dispersar. Reitero: creo que el investigador perdería la nación de la integralidad de la cultura.
¿Maneja algún concepto particular de la cubanía?
Es muy difícil, pero creo que parte del sentimiento. Cubanía es algo que se siente, una afinidad y un cariño por la tierra que te vio nacer, por la gente que te rodea. Eso parte del corazón.
¿Volvería a Cuba? ¿Se instalaría aquí definitivamente?
Así espero. Pienso venir a Cuba, vivir aquí, entregar mi colección y ojalá la muerte me alcance delante de un libro orientando a alguien.
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