17D... y pasó un águila por el mar

Esperar cambios, como consecuencia del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, es participar del juego retórico que durante décadas se ha usado como excusa ante lo que no funciona o fracasa en la Isla

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Este artículo es de hace 9 años

Un año parece ser un período prefijado, casi obligatoriamente, para hacer balances y poner en perspectiva ganancias y temas pendientes, y a un año de haber anunciado los presidentes cubano y norteamericano sus intenciones de restablecer las relaciones bilaterales, medios, analistas, ciudadanos e interesados en la pequeña Isla del Caribe presentan sus particulares glosas y análisis de los cambios acaecidos en la Isla desde el 17 de diciembre de 2014.

Pareciera que un año es poco tiempo para distanciarse de una realidad que se vive (se disfruta, se padece o se analiza), pero en doce meses nacen y mueren personas, proyectos, sueños y esperanzas y los ciudadanos pueden ver sus expectativas satisfechas o sus metas apartadas.


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Un año, en materia de políticas gubernamental, internacional, económica o histórica, por su parte, se antoja, efectivamente, un lapso demasiado corto si se le compara con la larga historia de la humanidad y el plazo medio que tardan las recesiones económicas en recuperarse y las crisis sociales en solventarse. Pero en la vida de las personas, son días, meses que no vuelven, éxitos o fracasos sobre los que levantarse para continuar el rumbo.

Por ello, las palabras que siguen pretenden hacer justicia no a los gobiernos que dictan sino a las personas que '(des)acatan', y poner en relación cuánto de lo ocurrido durante este último año ha influido directamente en la vida de los cubanos.

Negar los pasos positivos que se han dado en pro del acuerdo, la sintonía, el buen entendimiento, el intercambio y el diálogo entre las autoridades e instituciones de ambos países es negar la realidad o desvirtuarla (reapertura de las embajadas, flexibilización para las transacciones bancarias, eliminación de Cuba de la lista de países patrocinadores del terrorismo, flujo de información, restablecimiento de correo postal, convenios para protección medioambiental, intercambios académicos y de estudiantes, relaciones científicas, flexibilización para la importación en Cuba de determinados productos estadounidenses, intereses por parte de empresarios del norte en esferas del desarrollo en la Isla y otros).

Sin embargo, quienes vieron en el 17D el punto de viraje o toque mágico que solucionaría los problemas económicos, de infraestructuras, de malos funcionamientos, de ausencia de libertades elementales en la Isla o creyeron que el vínculo con el nuevo amigo -otrora archienemigo- iba a resolver los problemas de casa, seguramente se sentirán, a un año del histórico suceso, timados, engañados o decepcionados. Pero ¿se justificaba esperar tal vuelta de tuerca?

Aunque un mayor acceso a la información y a la mayor cantidad de fuentes posibles es un invaluable e imprescindible requisito para una participación consciente y responsable de los ciudadanos en las sociedades -una de las mayores carencias de los cubanos- y en tal sentido la apertura de los nuevos puntos de conexión wifi en Cuba ha rellenado los enormes huecos existentes; debe decirse que ni la cantidad, ni las condiciones, ni los precios se acercan al tipo de servicio que los clientes cubanos necesitan. Por otra parte, la rapidez y aparente simplicidad con que se establecieron esos puntos hacen pensar que podían haber existido desde mucho antes.

La mediatizada afluencia de famosos y personalidades interesadas en conocer la realidad cubana de primera mano, por su parte, es positiva y puede incentivar los intercambios de conocimiento, los acercamientos y nuevos proyectos, pero refleja más un cambio de postura de ellos con respecto a Cuba que un cambio de postura en la Isla con respecto a sus propias políticas y gobernanza. La mayor de las Antillas parece, así, haberse convertido en el nuevo Dorado o el exótico destino de moda, telón de fondo ideal para el selfie de rigor o el viaje 'humanitario' del año de muchos que se han dejado ver este año por Cuba.

Las flexibilidades para contratación de deportistas cubanos en el exterior (iniciadas, debe aclararse, antes del 17D y con muchas deficiencias y trabas en la práctica), los recientes recibimientos en casa de deportistas emigrados, los intercambios deportivos y culturales son mensajes de avances y progresos en estos asuntos pero distan mucho aún de un estado normal -en el sentido de parecido a como funciona en el resto del mundo- y de la deseada eliminación de trabas, incompetencias y restricciones que subuyacen actualmente. No hablemos, además, del injusto, discriminador y diferenciado trato que sufren los valiosos y entregados profesionales de la salud cubanos, cuyas libertades para viajar libremente por motivos personales fueron recientemente limitadas y vueltas a someter a la aprobación de sensores-evaluadores.

El resto de las cosas que han ocurrido como consecuencia directa o indirecta del histórico suceso se relacionan más con la apertura de la Isla al mundo, tanto desde el punto de vista turístico como económico (más vuelos directos, permisos por la parte norteamericana a compañías de ferrys y cruceros para operar en Cuba, incentivos por la parte cubana a la inversión extranjera, posibilidades de empleo de tarjetas en Cuba por parte de ciudadanos norteamericanos) que con la vida de los ciudadanos cubanos medios: sus salarios siguen intactos, la dualidad monetaria y los altos precios que pagan por los productos y servicios los sigue afixiando, sus libertades para expresarse y ejercer su elemental derecho a la disención y la oposición siguen castigadas y perseguidas y, por ello, muchos se han siguen lanzando masivamente a la deriva de emigrar ilegalmente, perdiendo sus posesiones todas y a riesgo de perder la propia vida en ese intento desesperado por abandonar la tierra que les vio nacer.

Sin embargo, ¿por qué habría que esperar que el 17D se convirtiera en un toque de gracia para un sistema que se ha mostrado a prueba del tiempo, terceros gobiernos, políticas internacionales más o menos férreas, y que ha demostrado una conservación e inmovilismo únicos y poderosos? Esperar cambios, como consecuencia del restablecimiento de relaciones entre Estados Unidos y Cuba, es participar del juego retórico que durante décadas se ha usado como excusa ante lo que no funciona o fracasa. Culpabilizar al gobierno de Obama de no haber exigido más, o dado menos, es entrar en la argumentación oficial cubana de que todos los problemas de la Isla han sido exclusivamente motivados o propiciados por ese terrible vecino del norte, que ha sofocado a una pequeña nación que ha soportado y salido al paso.

Sentirse abandonado o decepcionado por no haberse alcanzado nada sustancialmente diferente como consecuencia del 17D es pecar de una ingenuidad de principio, al conferirle a un evento con trascedencia política, histórica e internacional innegable; un peso en el curso y funcionamiento de una nación que ha demostrado funciona interna y casi ajenamente al mundo que le rodea.

Los mayores problemas que sufren los ciudadanos cubanos y los mayores lastres que su sociedad carga, son responsabilidad y competencia de sus gobernantes y de los sujetos que activamente participan en la común contrucción de la Isla y a ellos competen los cambios que puedan mejorar el día a día de los cubanos todos.

Mientras no se tenga plena conciencia de ello se seguirán celebrando aniversarios del 17D y se seguirán poniendo a uno y otro lados de la balanza pros y contras, sin conseguir cambiar el signo de su tendencia.

(Imagen tomada de Internet)

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.