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Hace hoy exactamente un año, Barack Obama y Raúl Castro anunciaban, cada uno por su lado, el restablecimiento de las relaciones diplomáticas entre Estados Unidos y Cuba.
Un año después, o para ser exactos, un día antes de cumplirse el año, unas sorprendentes imágenes recorrieron el mundo: los ojos de unos niños peloteros, con sus rostros iluminados, observaban algo deslumbrados.
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Se trata de un deslumbramiento que a los cubanos de la isla nos fue negado durante años. Nosotros hemos crecido sin el deslumbramiento y eso nos ha convertido en ciudadanos incompletos, mutilados, editados como esos partidos de Grandes Ligas que transmiten por la televisión cubana, llenos de cortes y elipsis que los convierten en resúmenes ridículos de una hora, y que se seleccionan para ser transmitidos porque en ellos no aparece ningún cubano.
La televisión cubana editó cuidadosamente las imágenes deslumbrantes, mostrando a Miguel Cabrera, a Clayton Kershaw, a Nelson Cruz, nombres y caras que probablemente no le digan nada a ningún niño habanero. Pero las imágenes completas se propagaron por Internet.
Los niños observaban fascinados a Yasier Puig, en short, sonriente, sobre el terreno del Latinoamericano. Para el resto de la humanidad la imagen del Caballo Loco sobre un terreno de pelota no significó nada especial. Para unos niños del Cerro es una promesa de fututo, de un futuro mejor, sin elipsis ni mutilaciones. Un futuro de esperanza.
Para ser justos, el 17 de diciembre de 2014 no colocó al béisbol profesional en nuestros televisores, una vez por semana. Desde que Raúl Castro llegó al poder, la edición de lo que veíamos comenzó a dejar de ser inmoral. Por solo poner un ejemplo, en el Clásico Mundial, el jardinero Yasser Gómez, la Espada de Centro Habana, disfrazado con uniforme español, volvía a adornar nuestras pantallas. Con su rostro adolescente, su cuerpo delgado, su swing de espadachín y su brazo poderoso, Yasser volvía a ser por una vez el ídolo infantil de los cubanos.
Sin embargo, el 17D ha celebrado su primer cumpleaños realizando un milagro para Cuba. No tanto para nosotros, que crecimos mal, sino para ese futuro que no se ha corrompido todavía a fuerza de corte y negación.
En este aniversario, los ideólogos de las dos orillas estarán calculando los avances de un año de amistad, pero ninguno de ellos habrá sufrido anoche para conciliar el sueño, traspasados por la emoción, con la imagen inquieta de Yasiel Puig desvelando para siempre su memoria.
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