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La prestación de servicios médicos a países extranjeros viene siendo una fuente importante de ingresos para Cuba desde hace algunos años.
En los últimos meses, el deshielo en las relaciones entre Estados Unidos y Cuba está llamando la atención de un sector de la población estadounidense que comienzan a mirar hacia la Isla como una alternativa de tratamiento.
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En el Centro Internacional de Salud “La Pradera” ―orgullo de la creciente industria del turismo médico en Cuba― son atendidos buen número de extranjeros de distintos países, entre ellos especialmente venezolanos, en virtud de un acuerdo alcanzado en el año 2000 entre el fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y Fidel Castro.
Aunque de momento, las medidas de Obama no contemplan el llamado “turismo de salud”, tan en boga entre países latinoamericanos, Canadá y Cuba, lo cierto es que ese tipo de viajes tampoco está prohibido completamente.
Sencillamente no está legislado y se supone que a causa del embargo económico a la Isla los estadounidenses no pueden viajar a tratarse a Cuba.
Sin embargo, al anunciar el deshielo, el mandatario retiró los fondos a las agencias encargadas de hacer cumplir esa restricción, que dura ya hace más de 50 años.
Si el “turismo de salud” entre los dos países se volviera masivo o, al menos, por encima de lo normal, los precios pudieran bajar y ser todavía más atractivos.
Hace unos meses, Jonathan Edelheit, de la Asociación de Turismo de Salud de Florida, destacaba que hay hospitales en Estados Unidos que han expresado interés en colaborar directamente con los cubanos, incluyendo dar entrenamiento a los médicos de la Isla.
Hasta ahora, el destino preferido de los estadounidenses para el “turismo de salud” ha sido Canadá, el Reino Unido, Israel, Singapur y Costa Rica.
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