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Un reciente y extenso editorial del periódico oficial Granma, a propósito de la visita del presidente Barack Obama a la Isla, ha puesto en claro tanto la postura de la Isla con respecto al proceso de acercamiento, como sus condiciones y exigencias para una completa normalización de las relaciones entre ambos países.
La segunda visita de un presidente norteamericano a la Isla, pero primera desde que Cuba es “dueña de su soberanía y con una Revolución en el poder, encabezada por su liderazgo histórico”, según reconoce el artículo, se produce en el escenario del deshielo iniciado el 17 de diciembre de 2014, que “que apenas se inicia y que ha avanzado sobre el único terreno posible y justo: el respeto, la igualdad, la reciprocidad y el reconocimiento de la legitimidad de nuestro gobierno.”
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Para el medio, el proceso vivido entre ambos países desde 2014 es, por una parte, consecuencia “de la heroica resistencia del pueblo cubano y su lealtad a los principios, la defensa de la independencia y la soberanía nacionales, en primerísimo lugar” y por otra, “gracias a la inquebrantable solidaridad internacional, en particular, de los gobiernos y pueblos latinoamericanos y caribeños, que colocaron a los Estados Unidos en una situación de aislamiento insostenible.”
El texto, que habla de los pasos concretos que ha dado la administración de Obama por mejorar los acuerdos bilaterales en diversas esferas de común interés, también alude a la solidaridad, sacrificio y lucha del pueblo cubano, bondadoso pese a bloqueado, y hospitalario con sus visitantes.
Sin embargo, aclara -quizás para aquellos que esperan de la visita oficial de Obama un antes o un después o toque mágico- que “para llegar a la normalización queda un largo y complejo camino por recorrer, que requerirá de la solución de asuntos claves que se han acumulado por más de cinco décadas y que profundizaron el carácter confrontacional de los vínculos entre los dos países. Tales problemas no se resolverán de la noche a la mañana, ni con una visita presidencial.”
Para llegar a la normalización queda un largo y complejo camino por recorrer, que requerirá de la solución de asuntos claves que se han acumulado por más de cinco décadas y que profundizaron el carácter confrontacional de los vínculos entre los dos países. Tales problemas no se resolverán de la noche a la mañana, ni con una visita presidencial
Un punto esencial, y determinante en tanto clarificador de la inamovible postura de Cuba, es la lista de requerimientos y asuntos pendientes que por la parte cubana condicionan la cabal normalización de relaciones.
En primer lugar, está el bloqueo, vigente y con evidentes consecuencias como puede constatarse por las multas que siguen imponiéndose a compañías y entidades bancarias que se relacionan o comercializan con Cuba. En este sentido la nota es clara y directa “Para normalizar las relaciones con los Estados Unidos será determinante que se levante el bloqueo económico, comercial y financiero, que provoca privaciones al pueblo cubano y es el principal obstáculo para el desarrollo de la economía de nuestro país.”
En segundo lugar están los asuntos “lesivos a la soberanía cubana” dentro de los que se encuentran el territorio ocupado por la Base Naval de los Estados Unidos en Guantánamo, “los programas injerencistas dirigidos a provocar situaciones de desestabilización y cambios en el orden político, económico y social de nuestro país” y “la pretensión de fabricar una oposición política interna, sufragada con dinero de los contribuyentes estadounidenses”.
En similar sintonía, el editorial solicita el cese de lo que cataloga como “agresiones radiales y televisivas contra Cuba”.
Las regulaciones y normativas migratorias con respecto a los cubanos son también un importante punto determinante para Cuba, por ello exige: que se modifique el “trato migratorio preferencial que reciben nuestros ciudadanos, en virtud de la Ley de Ajuste Cubano y de la política de pies secos-pies mojados, causa pérdidas de vidas humanas y alienta la emigración ilegal y el tráfico de personas, además de generar problemas a terceros países” así como la derogación del “programa de “parole” para profesionales médicos cubanos, que priva al país de recursos humanos vitales para atender la salud de nuestro pueblo y afecta a los beneficiarios de la cooperación de Cuba con naciones que la necesitan” y el cambio de “la política que pone como condición a los atletas cubanos romper con su país para poder jugar en las Ligas de los Estados Unidos”.
La nota, si bien no sorprende pues no son ni nuevas las exigencias ni desconocido el discurso, deja bien claro, el sentido con que se acogen los cambios en la Isla y cuáles son las modificaciones que se contemplan, dentro de las cuales no están “renunciar a uno solo de sus principios, ceder un ápice en su defensa”.
Pese a que el editorial apunta que Cuba está en “plena disposición a mantener un diálogo respetuoso con el Gobierno de los Estados Unidos y a desarrollar relaciones de convivencia civilizada” se cierra, sin embargo, la puerta al debate pues se reconoce lo irreconciliable de sus respectivas posturas y el nulo intento por acercarlas cuando se dice que “Las profundas diferencias de concepciones entre Cuba y los Estados Unidos sobre los modelos políticos, la democracia, el ejercicio de los derechos humanos, la justicia social, las relaciones internacionales, la paz y la estabilidad mundial, entre otros, persistirán”.
Las profundas diferencias de concepciones entre Cuba y los Estados Unidos sobre los modelos políticos, la democracia, el ejercicio de los derechos humanos, la justicia social, las relaciones internacionales, la paz y la estabilidad mundial, entre otros, persistirán
La nota oficial, especie de declaración de intenciones y marco aclaratorio de cosas posibles y esperables tanto durante la visita Obama como a consecuencia del propio proceso de normalización, deja explícita y sin ambages la posición cubana, con sus férreas e inamovibles posturas, su resistencia al cambio, sus exigencias sin concesiones.
Esta es la Cuba que se encontrará Obama y la que dejará al marcharse.
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