Lo que ha cambiado en Cuba: los cubanos

Los cubanos, habituados a conversar bajito porque nunca se sabe quién 'puede ser del aparato', a referirse al caballo o a que la cosa está mala, ya temen menos que antes a contar su verdad al mundo y han elegido mostrar su realidad por sí mismos y hacerles frente a las construcciones y discursos oportunos, sesgados, edulcorados y reduccionistas de esa realidad que nadie como ellos conoce y padece.

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Este artículo es de hace 8 años

Desde hace décadas, y con bastante frecuencia, Cuba y su realidad son objeto de un escrutinio, que pone en una balanza cambios y resistencias, pasos hacia adelante, retrocesos o inmovilismo.

Para los ciudadanos cubanos, que esperan mejorías – tristemente, en casi todas las esferas- cada pequeño indicio de progreso se toma con optimismo y cada retroceso o inercia, con desencanto.


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Ligeras aperturas económicas, flexibilizaciones en las leyes migratorias y para el auto-empleo, mejoras en el acceso a Internet en Cuba gracias al establecimiento de puntos de conexión vía wifi, incentivos a la entrada de capital extranjero, entre otros, son tomados como indicadores de que la isla se mueve más en sintonía con el resto del mundo y de que su sistema se actualiza y 'moderniza'.

Sin embargo, en la práctica, estos cambios no se traducen en mejorías directas ni sustanciales en las vidas de los cubanos, ni en su confianza en el futuro en la Isla (como demuestra el numeroso y constante éxodo de los cubanos), ni consiguen que puedan disfrutar cabalmente del ejercicio de libertades tan elementales como la plena expresión, el desacuerdo o la disensión.

Desde fuera de la Isla y dependiendo de las posturas e ideologías propias se habla de libertades disfrutadas o de otras arrebatas, pero también se pregonan ciertos lavados de cara y 'progresos' en el día a día que no consiguen, sin embargo, mitigar ni invisibilizar lo mucho que queda aún por hacer, para que en la nación cubana todos disfruten no solo de unos merecidos beneficios sociales, sino de poder decidir sobre sus destinos y el del país que habitan.

Pero paralelamente a esta tan repetida y frecuente puesta en equilibrio de ganancias y pérdidas, en los últimos tiempos se asiste a un proceso mucho más profundo y trascendente en la sociedad cubana, que evidencia un cambio en las nuevas generaciones de cubanos y en su manera de proyectarse y relacionarse con su entorno y realidad.

No se trata solamente de la nada despreciable y cada vez más protagónica emergencia de la figura del emprendedor, sino de que nunca antes se tuvieron tantos indicios de que los cubanos sienten cada vez menos miedo a hacer, a denunciar y a reaccionar.

Los cubanos, que han vivido durante mucho tiempo con el fantasma/temor a no parecer suficientemente confiables, a ser delatados por haber pronunciado algo no aceptado o 'incorrecto', o a ser estigmatizados y castigados, han comenzado a sentirse poseedores de la más poderosa arma de combate y de reclamo y muchos, armados de sus dispositivos móviles, se han convertido en auténticos reporteros de la realidad y genuinos voceros, y, en muchos casos sin temor a mostrar su identidad, levantan la voz contra las injusticias, las carencias y las limitaciones que padecen.

Aunque el tan repetido empoderamiento de los cubanos transita por un acceso real a los recursos y la infraestructura, sin la necesaria conciencia de sus competencias y posibilidades no se asistirá nunca a los más que necesarios cambios en la Isla, ni se conseguirá dinamitar la inmovilidad y erradicar los problemas de la sociedad cubana actual.

Los cubanos, habituados a conversar bajito porque nunca se sabe quién 'puede ser del aparato', a referirse al caballo o a que la cosa está mala, ya temen menos que antes a contar su verdad al mundo y han elegido mostrar su realidad por sí mismos y hacerles frente a las construcciones y discursos oportunos, sesgados, edulcorados y reduccionistas de esa realidad que nadie como ellos conoce y padece.

Circulan, casi a diario, fotos y grabaciones realizados por ciudadanos cubanos en sus barriadas, en plena calle o en establecimientos que testimonian (y en ocasiones impiden) detenciones, abusos de poder, carencias, estrecheces económicas, malos servicios y malos tratos, mal estado de instituciones, inimaginables hace algunos años.

Las redes, que han cambiado en muchos sentidos las dinámicas para relacionarse las personas y hasta las maneras en que se construye y vehicula la información, han venido a ser los mejores aliados de los cubanos; hasta hace unos años (auto)amordazados por una pretendida buena fortuna geográfica, a merced de sus gobernantes, y que ahora ganan cada vez más conciencia del gran valor que tienen su palabra, su testimonio, sus ojos y su voz ante mundo.

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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.


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Marlén González

(La Habana, 1978) Lic. en Filología hispánica y Máster en Lexicografía. Ha sido profesora en la Universidad de La Habana e investigadora en la Universidad de Santiago de Compostela.