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La 25 edición de la Feria Internacional del Libro comenzó en Las Tunas con un recital poético protagonizado por destacados escritores del territorio e invitados. La orquesta de guitarras Isaac Nicola fue la encargada de amenizar la actividad cultural en este territorio, cuna de excelentes poetas, como la escritora puerto padrense Nuvia Inés Estévez, la única poeta tunera que ha obtenido un Premio David de Poesía, quien actualmente reside en la ciudad de Miami
A esta feria, llegó la Editorial Colección Sur, presentando obras como A la sombra de un imbudeiro, de Rogelio Martínez Furé, Soltando amarras, de Nancy Morejón y Una parte consciente del crepúsculo, de Jesús Orta Ruiz (el Indio Naborí).
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Entre los libros más buscados entre la población destacan el compendio de cuentos clásicos infantiles Había una vez, los siempre aclamados de cocina y autoayuda, así como volúmenes de grandes escritores cubanos como El pan dormido, del santiaguero José Soler Puig y Las manzanas del paraíso, de Guillermo Vidal, este último muy querido en Las Tunas.
La fería podrá ser disfrutada en Las Tunas hasta el próximo 17 de abril.
De la poeta Nuvia Estévez traemos este poema recogido en su poemario ganador del David “Maniquí desnudo entre escombros” fiel reflejo de la turbia realidad cubana de los 90´, de un pueblo “anclado a las costas” que veía partir a diario a decenas y decenas de sus hijos.
Desde el fondo
Yo nunca tuve mar
ni brazos con qué llevar mi hija a las olas
Nunca tiré piedras al espécimen
mis padres prohibieron el azul
gritaron ”hasta allí los límites
la mirada divisoria entre las aguas
hasta allí la sal los ahogados
la fría eternidad de los peces en las rocas”.
Siempre creí que el mar estaría en cualquier pueblo
en cualquier casa
en cualquier madre
pero mi madre nunca tuvo mar
y en mi casa sólo hubo un balde
donde el amante orinaba su ausencia.
El mar fue un barco que se hundía
un anuncio solitario desde arriba
Pero se fue del país
de mis amigos
Nada hizo mi anzuelo para encontrarlo
lancé botellas a ese hueco que alguna vez fue manantial
lancé la geografía la pulcritud
los delfines tan humanos ante la oscuridad de mi pueblo.
Alguien dijo ”la lluvia nos traerá el mar”
pero no llovió en cuarenta días
ni hubo madres felices ancladas con sus hijos.
El país fue un arca
a ella sólo llegaron animales malditos
(esa ungida inocencia de los animales sin espina
ese vaho silencioso de los amantes oscuros)
El país sólo fue un lugar para los que escapaban
un mapa compartido en la nieve.
“Madre” grita mi niña
y el nombre a secas me devuelve aguas
“Madre qué ciudad nos salvará el naufragio
qué aullido nos pintará el silencio
en qué cuerpo quedarán los brazos abiertos
a ese dolor imposible de lo limpio”.
Yo nunca tuve un mar tocándome la puerta
deslizando tranquilo por hendijas su recuerdo migratorio
nunca bañé su fantasma contra mi cuerpo
su ácido contra la imperfección del rostro
Pude lanzar mi corazón en una botella
partir desnuda tras las malolientes gaviotas
pero nunca tuve un mar el soplo de las velas
la danza de su ruido pálido y mecánico.
Quién iba a anunciar las aguas
ese arrepentimiento de los que se hundían sin país
las piedras la isla
los ahogados sus bocas abiertas al olvido
Quién iba a empujar hacia este silencio sus tablas.
Hundida el arca
vueltos los animales a esa costumbre oscura de la existencia
el mar retornó a golpearnos
y dolió al cuello la nostalgia bulliciosa del tumulto
Mi hija pintaba barcos en la pared
mientras otro amante flotaba prendido a mi cuerpo.
Ahora que ardo sobre esta isla animal
mi húmedo hundimiento de vida
y mojo la arena desolada donde perdí mi casa
siento el nombre que duele en las costas
esa frígida felicidad sin brújula.
Mi hija y yo también nos hemos ahogado.
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