La chapucería que nos come por una pata (+FOTOS)

Pero el empeño en lucir “hermosos” en último minuto ha dejado, para sorpresa de nadie, las típicas chapucerías con las que desafortunadamente los cubanos estamos acostumbrados a coexistir.

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Este artículo es de hace 8 años

El corre-corre y/o el tedio provocado por la insuficiente remuneración así arriesgues la vida en tu trabajo, pueden explicar aunque no justificar la dinámica laboral de cualquier tipología en Cuba, en especial aquella relacionada con las obras de construcción, reparación y pavimentación, entre otras, de las cuales depende la estética de nuestras ciudades.

Hemos sido testigos de cómo La Habana ha sufrido tremendísimas transformaciones en menos una quincena, algunas tan radicales desde lo estructural que, en su condición de engorrosas, emergían como pretexto para no haberlas iniciado hace varias décadas.


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Sin embargo, ahí están el Paseo del Prado, elegante con su nuevo set de palmas reales, piso de mármol pulido y leones impolutos, destacándose frente a un capitolio a medio camino que ha demorado más de lo que debe en rehabilitarse; la céntrica avenida 23, asfaltada en sus casi 5 Km de extensión, incluyendo edificios, señalizaciones del tráfico y luminarias; el Hotel Habana Libre, que por varios años mantuvo cerrado el paso peatonal en la calle M, tras obras de demolición de su escalera de incendios, hoy está maquillado desde el tope a los cimientos en sus 126 metros de altura.

Pero el empeño en lucir “hermosos” en último minuto ha dejado, para sorpresa de nadie, las típicas chapucerías con las que desafortunadamente los cubanos estamos acostumbrados a coexistir.

Luego de la histórica visita de Obama, las labores de embellecimiento en la capital no han mermado, aunque sí disminuido su ritmo significativamente. El barrio del Vedado se encuentra aún en obras de pavimentación de las calles y retoque de las señalizaciones de tránsito sobre el asfalto y los contenes.

En esta jornada, la brigada de la construcción asignada por el MICONS para el tramo Avenida 23-Avenida de los Presidentes (calle G), se mantuvo al menos tres semanas laborando diariamente en el mismo punto (23 y G) desde tempranas horas de la mañana hasta bien entrada la tarde.

Ello provocó molestias en la población debido a los continuos tranques y desvíos de las rutas viales por el cierre de tan importante intersección y puso al descubierto una pésima directriz gubernamental. No solo se escogió el peor horario en cuanto al tráfico, sino que un grupo de obreros se vieron orientados a trabajar en condiciones infrahumanas, bajo los azotes del sol y las altas temperaturas, que se duplican o triplican sobre el pavimento.

De igual forma, las obras han dejado a su paso varias alcantarillas por debajo del nivel de la calle (suerte de baches intencionales) y han eliminado, en algunos casos, la altura regulada de las aceras con respecto a la vía de circulación para autos.

Pero no solo las arterias de la capital se han visto afectadas con este hervidero de obras “maquilladoras”, edificaciones de gran connotación histórica y visual para La Habana también han quedado a la merced de estas pifias (de)constructivas.

A mediados del mes pasado, un grupo de obreros se lanzaron sobre el hotel Habana Libre y, con la ayuda de andamios y cuerdas, lograron pintar toda la fachada del portentoso inmueble. A estas arriesgadas labores, le sobrevivieron disímiles imperfecciones: plantas que se abren paso a través del concreto, manchas de humedad, grietas y retazos oxidados de la antigua escalera de incendio.

Hasta el Capitolio, inmueble de exquisitez arquitectónica, se ha visto ultrajado durante su prolongadísima etapa de reconstrucción, la cual luego de tres años (misma cantidad de tiempo en que logró edificarse durante la República) solo ha abarcado un poco más de la mitad del monumental bloque.

Desde el paseo de la futura sede del parlamento cubano, se puede avistar perfectamente una rotura que abarca la esquina del extremo superior del ala izquierda del Capitolio, errata imperdonable en un trabajo de reparación y no de remodelación.

Lo cierto es que la extensa lista, en la que se encuentra además el Estadio Latinoamericano, ha levantado el descontento de muchos que se cuestionan si la belleza y salubridad de nuestros espacios públicos dependen de la visita de alguien más “importante” que nosotros, sus moradores.

¿Qué hizo que los obstáculos en la proyección o terminación de estas obras desaparecieran de la noche a la mañana? Las respuestas, más que estar vinculadas a la visita de Obama, la filmación de Rápido y Furioso o el desfile de Chanel, rondan conceptos como la falta de voluntad(es) política(s), el oportunismo administrativo, el desgano institucionalizado y toda una sarta de anti-disposiciones que trascienden por mucho al ciudadano de a pie involucrado –como puede- en las políticas públicas.

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