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Hace varios días que diversos medios de prensa vienen reseñando el escándalo en que se ha visto envuelto el importante fotoperiodista Steve McCurry, mundialmente reconocido por ser el autor de la fotografía “La niña afgana”, aparecida en la revista National Geographic, en 1985.
En una exposición realizada en abril de este año, en Italia, su colega Paolo Viglione descubrió que una fotografía que mostraba una calle de La Habana, contenía un grave error de edición digital. En la imagen se puede ver a un hombre al que le falta un pedazo de pierna, que se confunde con la barra amarilla de una señal de tráfico.
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Acostumbrados como estamos todos hoy día al Photoshop, esto no sería problema si no fuera porque en el mundo del fotoperiodismo denota una profunda falta de ética.
Los manuales de estilo coinciden en una norma: las fotografías periodísticas se han de publicar sin recortes ni retoques que alteren la verdad de la imagen, pues la fotografía es la versión visual de un hecho, por tanto es el contacto del lector con una realidad, y cualquier alteración supone un engaño.
Con posterioridad, el blog Petapixel publicó otras dos fotografías de McCurry en las que también se evidencia la manipulación digital en otras fotografías suyas, con el fin de eliminar personas y objetos de las imágenes originales.
Ante estas acusaciones, McCurry se defendió diciendo que se trataba de errores cometidos por un asistente técnico de su laboratorio, que ya había sido despedido.
Sin embargo, todo parece indicar que la manipulación digital de las fotografías parece haber llegado para quedarse.
En una de las más recientes ediciones del World Press Photo, el más prestigioso premio de fotoperiodismo en el mundo, se descubrió que el 8 % de los finalistas habían retocado sus trabajos.
De ahí que, hasta cierto punto, la noticia de McCurry no haya extrañado demasiado, aunque sí ha generado todo tipo de reacciones en el gremio de los reporteros gráficos. Algunos lo justifican, pero hay quienes lo califican de “imperialista”; con una “visión pobre” sobre los lugares que visita, pero con unas “habilidades de mercadeo” impresionantes.
Una fotógrafa india también ha criticado a McCurry porque en sus retratos cuenta siempre la misma historia: personas pobres del tercer mundo, pero que parecen siempre cómodas y felices al ser retratadas por un extranjero.
En noviembre de 2015, la Fototeca de Cuba, como parte del espacio nombrado Noviembre Fotográfico, mostró una exposición de la obra de Steve McCurry, quien fue premiado en 1984 como el mejor de su país por la Asociación de Fotógrafos de Prensa.
McCurry comenzó a trabajar en Afganistán tras la invasión Rusa de 1979, alcanzando un punto decisivo en su carrera en el año 1980 cuando, encubierto con ropa nativa, cruzó la frontera con Pakistán y sus fotografías fueron recompensadas con la Medalla de oro Robert Capa, al Mejor Reportaje Fotográfico del extranjero.
Desde entonces, McCurry ha cubierto numerosas áreas de conflictos, tanto internacionales como civiles. Se incluyen el conflicto entre Irán e Irak, la desintegración de la antigua Yugoslavia, conflictos en Filipinas, la guerra del Golfo Pérsico, Birmania, Yemen, Cachemira, Afganistán, y muchos otros países.
Sin embargo, a pesar de semejante curriculum, ahora mismo Steve McCurry se encuentra en el ojo del huracán en el gremio fotográfico, y todo porque una foto de una calle habanera ha abierto la caja de Pandora.
(Imágenes tomada de lavanguardia y confidencialcolombia)
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