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En los últimos 50 años se ha producido un incremento de un 6.77 centímetros en el nivel del mar en Cuba, han informado varios medios con motivo de la celebración de la Convención Internacional Trópico 2016.
Lo anterior, si bien incide negativa y fundamentalmente en las zonas bajas de los litorales costeros, también afecta a la agricultura cubana dado el incremento de salinidad en los acuíferos costeros.
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Pero este no es el único reto a que se enfrentan los campos cubanos pues los prolongados períodos de seca que azotan la Isla, así como la elevación de las temperaturas también dejan sus huellas en los suelos, sembrados y producción.
Es por ello que es cada vez más ineludible el empleo de abonos orgánicos y semillas más resistentes que contribuyan por una parte a mejorar las cosechas y que, por otra, redunden en una mejor preservación de la biodiversidad, comentó sobre esto el secretario ejecutivo del Programa de la Agricultura Urbana, Suburbana y Familiar, Dr. Nelson Campanioni.
Para el Dr. Alfredo Socorro, del Inifat, estas condiciones climatológicas adversas provocan un estrés combinado, hídrico y térmico, para casi todos los cultivos del país que demanda un proceso de adaptación que tenga en cuenta las vulnerabilidades de las áreas de producción, así como el empleo de semillas más resistentes y el uso de variedades más tolerantes.
En Cuba, por otra parte, se importan alimentos por dos mil millones de dólares anuales. Para poder sustituir el 50 por ciento de la importación de alimentos en la isla deberían desarrollarse 6.2 millones de hectáreas.
Pese a que el gobierno estima tener la capacidad para producir ese 50%, son necesarios el incremento de la fuerza laboral agrícola así como la modernización de su planta productiva, fundamentalmente en tecnología.
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