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El trabajo como empleada/o doméstica/o está entre las actividades por cuenta propia autorizadas por el Gobierno cubano, y pertenece al régimen simplificado, motivo por el cual no es necesario hacer declaración jurada al final del año.
Según lo establecido, este tipo de trabajador debe pagar 30 pesos (MN) mensuales en impuestos y 262.50 pesos trimestrales de seguridad social. Es una de las actividades con las tasas impositivas más bajas y, sin embargo, la mayoría de quienes la realizan en Cuba, prefieren hacerlo sin licencia.
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Como suele suceder en muchas partes del mundo, los empleadores casi nunca quieren hablar de las tareas que imponen o de los salarios que pagan a los empleados domésticos, predominantemente mujeres.
Sin embargo, muchas de esas trabajadoras no tienen reparos en sí hablar sobre lo mal que lo están pasando. Un reciente reportaje de Diario de Cuba, pone el dedo en la llaga:
¿Quién dijo que 35 ó 40 CUC (pesos convertibles) al mes es mucho dinero?
se pregunta una trabajadora doméstica en Cuba, que insiste en lo mucho que hay que trabajar para ganarse ese dinero haciendo labores domésticas.
Las trabajadoras domésticas, a nivel mundial ―y Cuba por lo visto no está siendo una excepción― es un colectivo especialmente vulnerable: bajos salarios, pocos derechos y una tendencia al abuso que el trasvase “socialista” de este tipo de empleo, por lo visto, no ha podido borrar.
Hacer cada vez más trabajo por una misma cantidad de dinero, salarios que no suben, pequeños maltratos o malas caras cotidianas, son algunas de las piedras en el camino laboral de ese sector.
También en el oficio “doméstico” hay profesionales reconvertidos, que han renunciado a carreras u oficios estudiados, simplemente porque limpiando ganan más: una realidad que por cierta y habitual, no deja de ser castrante.
Es el caso de una optometrista, que confiesa:
Me pagan 70 CUC al mes, que puede parecer mucho dinero para algunos, pero me lo sacan del lomo de verdad.
Es evidente que hay un sector en Cuba que está sufriendo la creciente diferencia de clases sociales de una manera más acentuada, y las sentidas declaraciones de muchas empleadas domésticas de la Isla, indica que van camino de convertirse en uno de los eslabones más débiles de esa cadena.
Abusos de confianza, malos tratos, pago escaso y altos niveles de exigencia, hacen cuestionarse a algunas de esas personas si vale la pena:
Hay gente que se cree que por 40 CUC tienen una mula de carga.
Como todo, hay quienes van encontrando métodos para escapar a los abusones, y uno parece ser trabajar para varias personas a la vez.
Es el caso de una de las señoras entrevistadas, que limpia en varias casas, en días diferentes de la semana:
Trabajo todos los días, pero en casas distintas. Así es mejor, nadie se cree que soy de su propiedad.
Lamentable también es el caso de quienes trabajan como empleadas domésticas a pesar de estar jubiladas, por la clara insuficiencia que representa un retiro “que no da para vivir”.
Son señoras que aparcan los achaques naturales de la edad por “echar palante” y seguir viviendo. El tener una escasa familia o poco apoyo de los hijos, acaba convirtiendo a ancianas en criadas.
Después de 1959, el trabajo de “empleada doméstica”, o más crudamente “criada”, fue recogido en los libros de Historia como una de esas marcas del capitalismo que no volverían por la sociedad “igualitaria” y “justa” que se había impuesto.
Empleada doméstica, durante décadas, fue sinónimo de explotación “capitalista” en Cuba. Aunque la realidad indica que siempre hubo quien pudo pagarse que le “ayudaran en casa”, lo cierto es que al día de hoy ya es un sector en claro crecimiento en la Isla.
Hoy día, el de las empleadas domésticas en Cuba, es un fenómeno tan innegable y emergente como el éxito empresarial de algunos ―travestido en el término cuentapropismo―; sin embargo, es un asunto mucho menos visible en diarios, noticieros y medios de prensa.
Las empleadas domésticas en Cuba van camino de convertirse en un eslabón demasiado débil para ser pasado por alto, sobre todo si se quieren defender ciertos estándares de justicia social en la Isla:
aunque pagara licencia no hay un sindicato que me defienda si los empleadores abusan de mí, así que es lo mismo.
En los casos analizados por DDC, ninguna de las mujeres ha firmado un contrato con sus empleadores, todos los acuerdos son de palabra. Ello facilita que los límites se muevan hasta incluir cualquier tipo de tarea que no estaba previamente pactada. Una de ellas afirma:
Supongo que para exigir un contrato tendría que tener licencia
y añade:
Pero imagínate, de contra que lo que te pagan es poco, si pago licencia ahí sí que no me da la cuenta.
Se supone que los trabajadores por cuenta propia con licencia tienen derecho a la sindicalización, dentro de la Central de Trabajadores de Cuba (CTC).
La posibilidad de crear un sindicato independiente, parece una broma a las tres mujeres:
"¿Un sindicato sin que lo controle la CTC?", pregunta una de ellas. "La verdad es que eso me parece de fantasía. No, mijita, este trabajo seguirá siendo como es. Si no te gusta, lo dejas, pero olvídate de los derechos".
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