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Los gays en La Habana prefieren “ligar” en el mundo real y no a través de apps, tal vez no resulte tan extraño si además de la naturaleza corporal y cercana de los cubanos ―como nación― añadimos las dificultades de “conectividad en la Isla”.
Incluso en un hotel de cinco estrellas, junto al Malecón, después de varios inicios en falso, toma 14 minutos abrir la aplicación, según ha precisado el diario New York Times, que ha dedicado un extenso reportaje a repasar el tema.
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La experiencia es aún más difícil para quienes no son turistas, sino cubanos que pagan 2 CUC por hora para utilizar internet.
A ello se suma que los usuarios de Apple ―una vez que su iPhone está desbloqueado― deben pagar a terceros para que les instalen aplicaciones.
Varios gays cubanos manifiestan no tener dinero suficiente para la instalación o estar demasiado avergonzados para pedir que les instalen Grindr o una aplicación similar.
El director ejecutivo de Grindr y fundador, Joel Simkhai, ha procurado que la aplicación llegue a los países que tienen problemas con la tecnología.
Este año, después de visitar la Isla, Simkhai manifestó que los gays cubanos “aún no la tienen al 100 por ciento”.
Durante ese viaje, organizó una fiesta patrocinada por Grindr en la noche gay de un bar. En una entrevista telefónica, Simkhai dijo que no compartiría el mínimo de banda ancha que Grindr necesita para funcionar, y agregó:
“Nuestras cifras están bien. No es un gran mercado para nosotros”.
El wifi de banda ancha es otro asunto. Cuba tiene hasta 4000 usuarios activos de Grindr todos los días, dijo Jennifer Goley Shields, publicista de la aplicación.
Y agregó que Cuba es
una oportunidad de crecimiento en un mercado que se muere por Grindr.
Sin embargo, hay muchos gays cubanos a los que no les interesa el uso de aplicaciones aunque les mejoren la conectividad.
Uno de ellos, confiesa:
La vida gay se trata de ser abierto, de no tener límites.
Y añadió:
Soy bisexual porque prefiero no tener fronteras. ¿Por qué alguien, ya sea una persona bisexual, gay o lo que sea, querría estar atrapado como una foto, como un perfil en internet dentro de una aplicación? Ese es un tipo distinto de clóset, una caja. Qué aburrido.
Otro entrevistado, afirma:
No luché durante cinco años en la comunidad gay para terminar pagando dos o tres pesos cubanos convertibles por hora para quizá conocer a una persona por un mecanismo virtual.
Y asegura:
“Prefiero la magia de las calles, alguien que me atrape con su mirada, alguien que pueda bailar conmigo, que pueda tocar mi rostro. Quiero más que sexo […] Estuve casado y quiero ese momento de revelación de ese día, cuando ves a alguien por primera vez, esa sorpresa. Eso no es posible si me envían mensajes que comienzan con fotos de su pecho. Eso no es romance. Eso es ir de compras”.
Mientras tanto, los bares gasy van adquiriendo, poco a poco, carta de ciudadanía en la Isla.
Abundan los bares gays en las cercanías del malecón, un sitio popular para todos los cubanos, como ya se sabe, pero donde los homosexuales llegaron a establecer ciertas zonas más afines para conocerse y donde algunos, también, ejercen la prostitución.
Según relata el Times, en 2013 se inauguró un bar dedicado en su totalidad a los homosexuales —en vez de uno dedicado un solo día a la semana a los clientes homosexuales—. Fue el primero en La Habana.
Sin embargo, su clausura en octubre fue recibida colectivamente con indiferencia.
Se van abriendo más lugares dirigidos a un público gay, que se unen a una decena de fiestas semanales y a Mi Cayito, una playa popular entre los homosexuales. Por lo demás, el Malecón es un lugar demasiado vital para que lo clausuren.
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