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Conocida es la capacidad del pueblo cubano para burlarse de sus propios problemas, escaseces y dificultades diarias.
Por eso no es de extrañar que uno de esos chistes callejeros le atribuya a las famosas siglas de la Empresa de Telecomunicaciones de Cuba, ETECSA, el siguiente significado: “Estamos Tratando de Establecer Comunicaciones Sin Apuro”, y es que desde hace años, el vandalismo crece a pasos agigantados en Cuba, y cada vez cuesta más trabajo encontrar, con cierta facilidad, teléfonos públicos que sirvan.
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Ya no se trata solo de que “el poco cuidado propicia su deterioro”, según relata la ACN, sino que se cometen muchos actos vandálicos que se concretan en robos o roturas intencionados en numerosas ocasiones.
En este sentido, Sualí de La Nuez ―agente de telefonía en Artemisa― ha declarado que:
Además de una reconocida indisciplina social, los ataques a las redes de telecomunicaciones pudieran considerarse como hechos vandálicos.
La funcionaria precisó que una opción es la colocación de teléfonos públicos en casas particulares, sistema que resulta más seguro en cuanto a la protección del aparato, pero evidentemente inviable cuando se trata de localidades muy pobladas.
Otra opción es la de “responsabilizar”, en alguna medida, a locales estatales cercanos para que velen por la vigilancia de los aparatos de ETECSA. Sin embargo, fuera del horario laboral, quedan desprotegidos y cualquier cosa puede suceder, así que el problema es más profundo y la solución también debería serlo.
Yuri Vargas ―director provincial de la Empresa de Telecomunicaciones (ETECSA)― ha destacado entre los hechos más frecuentes algunos que no tienen que ver con un deterioro progresivo por el uso prolongado, sino que ha aludido directamente a
la sustracción de cables, tensores y manófonos, los golpes indiscriminados, los grafitis sobre los equipos que afectan su ornato y otras indisciplinas.
Los teléfonos públicos rotos es un fenómeno que no se reduce a arterias céntricas y muy pobladas, sino que también se extiende a zonas periféricas de las ciudades, lo que delata que es una cuestión de incivismo sobre la que necesita ponerse no solo vigilancia ―por parte de los locales aledaños― sino sobre la que se necesita trabajar en aras de elevar la educación del pueblo y su sentido de pertenencia.
Lo preocupante es que estos hechos se suman a otro grupo de actos vandálicos que abarcan el cuidado de monumentos públicos, lo mismo ya clásicos ―como las gafas de John Lennon en el parque de 17 y 8 (Vedado)―; como otros más recientes, tal es el caso del Paseo Marítimo de la Alameda de Paula (La Habana Vieja), que en el pasado mes de febrero tuvo que ser clausurado temporalmente debido a diferentes actos de vandalismo.
Autoridades en la Isla han llegado a afirmar en alguna ocasión que las multas no conseguirían acabar con este tipo de conductas, pero cabe preguntarse si, al menos, no sería un buen comienzo.
Falta de civismo, indisciplinas sociales o incluso canibalismo urbanístico, lo cierto es que no estaría mal que las autoridades tomaran cartas más serias en el asunto.
Mientras tanto, hallar en La Habana un teléfono público que funcione sigue siendo, muy a menudo, como sacarse la lotería: cosa de paciencia y buena suerte.
(Imagen tomada de granma)
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