Compañeros y compañeras, miembros de la UPEC:
Como periodistas elegimos el derecho a publicar en medios digitales o impresos que no representan ofensas a la dignidad plena del hombre y la mujer, ni significan una amenaza a la soberanía de nuestro país. Hacemos uso del derecho más legítimo de escribir y opinar tanto en medios oficiales como en las plataformas digitales emergentes. Y no existe, como a algunas personas les parece, ninguna contradicción entre nuestro trabajo en los medios oficiales y la colaboración con los medios alternativos y/o privados.
Pero, ¿por qué colaboramos? Las respuestas incluyen numerosos aspectos que combinan el deseo personal y el derecho legítimo con la necesidad económica. Luego de egresar de las universidades comenzamos a trabajar en medios de prensa que si bien se actualizan, no logran superar de una vez sus distorsiones estructurales. Y a pesar de que juicios bastante superficiales culpan a los jóvenes de no cambiar el propio panorama mediático, nosotros no podemos ni podremos mejorar el periodismo cubano mientras las políticas informativas no se liberen definitivamente de sus ataduras a las instituciones y a las fuentes oficiales.
Se asume que el temor, la pereza, el silencio de los periodistas supuestamente autocensurados e incapaces de investigar a profundidad, justifican el estado de nuestra prensa. Pero ese argumento se derrumba por su propio peso.
¿Por qué los medios de la Isla esperaron varios días para referirse a la crisis migratoria provocada por los cubanos varados en Centroamérica, mientras la revista digital OnCuba actualizaba esos acontecimientos a diario? ¿Por qué OnCuba se refirió a las últimas inundaciones de Santa Clara y el periódico Vanguardia no? ¿Por qué OnCuba atendió los falsos rumores sobre la tasa de cambio del CUC mientras Vanguardia no otorgó importancia al suceso? Es cierto que la emisora CMHW atendió esos asuntos desde su móvil, pero un solo periodista y un solo medio no son suficientes para abordar la realidad social cubana.
ujc-congreso1Aunque el primer vicepresidente cubano Miguel Díaz-Canel Bermúdez, consciente de la función del periodismo en la actualidad cubana, aseguró hace poco que los medios “ya no tienen que aguardar por orientaciones de arriba”, la censura está lejos de desaparecer. La censura existe y ata el ejercicio del periodismo revolucionario. Como una hidra de mil cabezas, la censura afecta especialmente las palabras, las ideas y los matices de los textos. No hace falta vetar la publicación de un comentario periodístico si se altera su sentido mediante numerosas estrategias discursivas.
Para censurarnos los jefes de los medios de prensa arguyen que las ideas expresadas en nuestros trabajos “no convienen a los intereses del país en los momentos actuales”, o que nuestros reportajes y comentarios resultan “demasiado críticos”, o que late en alguna parte de nuestros textos el doble sentido. Según nuestros superiores un reportaje “incómodo” puede carecer de fuentes oficiales que apunten al esfuerzo y la voluntad del Estado para resolver las dificultades del pueblo. O puede que, por defecto, solo esboce la versión negativa de un asunto. En estos casos, editores y directivos conminan a “suavizar” las ideas, en bien de “los pobres receptores” incapaces de comprender los fenómenos sociales.
Si hoy padecemos un discurso hipercrítico sobre Cuba tendremos que reconocer que el propio país ha labrado ese destino. Tantas décadas y tantos medios acríticos dedicados a presentar visiones triunfalistas de los hechos, han provocado una avalancha hipercrítica sobre Cuba. Y nosotros, en cualquiera que sea el caso, no somos los responsables.
En un panorama mediático sin precedentes, particularmente OnCuba ha llamado la atención por sus niveles de audiencia. Si se considera que esta publicación digital tiene fines opuestos a nuestra soberanía, nos gustaría saber por qué tantas empresas e instituciones revolucionarias como Gaviota Tours, BioCubaFarma, Gran Caribe, CubaRon, HavanaTour, TecnoAzúcar, la Bienal de Diseño, Habanos, Habaguanex, Cubatur, Islazul, Havana Club y Mintur, entre otras, presentan publicidad en OnCuba. Si OnCuba es una página contrarrevolucionaria nos gustaría saber por qué numerosas personalidades afiliadas a la UPEC, la UNEAC, la AHS, la ANEC y hasta al PCC escriben para OnCuba. ¿Por qué los escritores e intelectuales Marilyn Bobes, Laidi Fernández de Juan y Arturo Arango, los periodistas Yuris Nórido y Reinaldo Cedeño, el meteorólogo José Rubiera y el economista Juan Triana Cordoví, entre otras personalidades, escriben para OnCuba? Pero sobre todo, si OnCuba es una página contrarrevolucionaria nos gustaría conocer hoy, aquí, ¿por qué ese medio alcanzó estatus legal en Cuba y por qué pertenece al Centro Internacional de Prensa de La Habana? Solo después de responder convincentemente estas preguntas se podría pretender que no colaboremos con OnCuba.
Por otro lado, pero sin asumir que se trata de un motivo menos importante, también colaboramos porque nuestra posición en la tristemente célebre pirámide invertida nos impulsa a hacerlo, sin descontar que también escribimos porque se trata de nuestro más legítimo deseo. Y nadie nos usa ni se vale de nuestra supuesta ingenuidad. Escribimos lo que queremos e intentamos emplear todas las herramientas periodísticas aprehendidas en nuestras universidades. Nadie altera nuestros textos ni negociamos nuestras posturas revolucionarias. Ahora más que nunca somos y debemos ser totalmente responsables de nuestra opinión.
¿Cuántas veces en cuántos plenos y congresos colegas nuestros han alertado sobre la necesidad de revertir el alcance limitadísimo del ingreso de los periodistas? Pero el aumento salarial, tanto como la Ley de Prensa y el reordenamiento de los medios de comunicación, ha tardado demasiado. Mientras aprobamos la llevada y traída ley, mientras se estudie y no se ejecute el aumento salarial, pero sobre todo, mientras las políticas informativas aten el ejercicio del periodismo, nosotros colaboraremos. Y con eso no hacemos ni queremos hacer daño a la Revolución. Todo lo contrario: queremos construir una Cuba diversa, muy lejos del discurso gris y chato. Y debiera asumirse como una ventaja y no como un peligro que seamos nosotros mismos —jóvenes periodistas formados en las universidades cubanas— los colaboradores de esos medios.
Sin embargo, nuestra labor ha desatado sobre nosotros una cacería de brujas preventiva. No tenemos tapujos para decir aquí hoy que fuerzas extraperiodísticas nos investigan en los centros de trabajo y en los CDR; nos siguen paso a paso y nos llaman a contar por la publicación de comentarios o trabajos polémicos. Nosotros no somos un peligro para la seguridad del Estado cubano y eso debería estar claro.
Puede que no sea en unos medios y sea en otros. Pero si los periodistas no podemos desembarazarnos de una relación nociva con las fuentes e instituciones, aun cuando estas sean criticables, hallaremos un canal para nuestras opiniones. Y ninguna ley, disposición, decreto, convenio laboral o instrumento jurídico prohíbe la colaboración con los medios no oficiales. ¿Cómo se detendrá el ejercicio de la opinión en las plataformas actuales o en las venideras? Creemos que no se puede ni se debe detener el libre y responsable ejercicio de la opinión. Por el momento nosotros colaboramos y seguiremos colaborando con responsabilidad y espíritu revolucionario. Y ese hecho no debiera ser problemático ni motivo de acusaciones furibundas, como ha sucedido hasta hoy.
Comité de Base de la UJC
Periódico Vanguardia
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