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Según una encuesta realizada por el prestigioso Instituto Datafolha de Brasil, la mitad de los brasileños está en contra de realizar las Olimpiadas en su tierra, y el 63% duda que traiga beneficios.
A solo 15 días del inicio de los Juegos Olímpicos en Río de Janeiro, el 63 % de 2 792 entrevistados de 171 municipios, piensa que el evento traerá más perjuicios que beneficios. Por su parte, la mitad de los que expresaron su opinión cree que dejará una mala imagen del país y que se convertirá en una vergüenza nacional.
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Hace tres años, la misma encuesta reveló que solo el 25 % se oponía a la realización del evento, número que creció hasta el 35 % en 2014.
El pesimismo de los brasileños se debe a la actual crisis política y económica que sufre Brasil, panorama muy distinto del que reinaba en 2009 cuando se obtuvo la sede, durante la presidencia de Luis Inácio Lula da Silva.
Además de los escándalos de corrupción y la destitución de Dilma Rousseff, realizada en un marco de legalidad que ha sido muy cuestionado, se suma el aumento del desempleo.
También, en el último año el costo de la vida se ha disparado y ha convertido a Río de Janeiro en la ciudad más cara del país, tras una crisis económica agravada por la caída de los precios del petróleo, que llevó en junio a que el Estado de la ciudad se declarara en quiebra.
Eso, sumando al aumento de la violencia y la falta de medios para garantizar la seguridad durante los Juegos, son motivos que hacen dudar a los brasileños que el evento deje una imagen digna.
Las medidas de seguridad también suponen un problema, pues entre otras se ha anunciado la prohibición del transporte privado para acceder a las instalaciones olímpicas y la restricción de movimiento en varios kilómetros en sus alrededores.
Por otra parte, el Estado de Río de Janeiro ha sido incapaz de descontaminar la bahía de Guanabara o la Lagoa, donde se realizarán competiciones de vela, remo y kayak, el virus zika sigue sin controlarse, la prometida reanimación del tranvía de la ciudad todavía es una ilusión y la nueva línea del metro aún no se ha inaugurado.
Poco alentadores son los precios de entrada a las instalaciones deportivas, que andan, los menos preferenciales, por 150 reales (unos 40 dólares), con una media de 300 reales y topes que sobrepasan los 1 000 reales, en un país donde el salario mínimo mensual es de 800 reales y el medio no llega a los 2 000 reales.
Tampoco da confianza la caída de la ciclovía, un proyecto paralelo a los Juegos que le costó 12,6 millones de dólares a la municipalidad. Tres meses después de inaugurada, un temporal destruyó uno de sus tramos, lo que costó la vida de dos personas.
En general, el transporte durante el evento será una dificultad más durante estas problemáticas Olimpiadas, pues las usualmente sobrecargadas calles de Río de Janeiro estarán aún más “engarrafadas”, como dicen los cariocas, cuando se cierren varias vías de la ciudad, como la importante Linha Amarela, que será utilizada solamente por los participantes, así como la nueva línea del metro, si es que llega a concluirse.
Razones como estas hacen que dos de cada tres brasileños dude que Río de Janeiro sea una ciudad óptima para realizar los juegos estivales, y que uno de cada dos esté convencido de que nunca debió dársele la sede.
Con excepción de la hermosa Plaza Mauá, con su aerodinámico Museu do Amanhã, y otros arreglos de menor importancia en el centro de la ciudad, son pocos los beneficios palpables que ha traído hasta ahora la preparación de los Juegos Olímpicos para el pueblo carioca.
(Imagen tomada de destinosturisticos.hiperarticulos.com)
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