Sandor Menéndez, actor de teatro cubano radicado en Estados Unidos

Sandor Menéndez era un joven estudiante de teatro que se sentaba todos los fines de semana en las gradas del Teatro Buendía para ser parte de las funciones aunque fuera, al menos, desde el público. Tenía 20 años y unos deseos irrefrenables de salir a conquistar el mundo. Y el mundo, para él, era sencillamente el teatro, especialmente el Teatro Buendía, dirigido por la destacada actriz y profesora cubana Flora Lauten. De repente, las cosas cambiaron para él cuando la suerte le sonrió y vio cómo los horizontes se le abrieron de par en par. Sandor, obviamente, no ha olvidado ese día en que comenzó a formar parte de la historia del grupo de teatro Buendía.

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Este artículo es de hace 8 años

La nostalgia es un sentimiento desgarrador

Sandor Menéndez era un joven estudiante de teatro que se sentaba todos los fines de semana en las gradas del Teatro Buendía para ser parte de las funciones aunque fuera, al menos, desde el público. Tenía 20 años y unos deseos irrefrenables de salir a conquistar el mundo. Y el mundo, para él, era sencillamente el teatro, especialmente el Teatro Buendía, dirigido por la destacada actriz y profesora cubana Flora Lauten. De repente, las cosas cambiaron para él cuando la suerte le sonrió y vio cómo los horizontes se le abrieron de par en par. Sandor, obviamente, no ha olvidado ese día en que comenzó a formar parte de la historia del grupo de teatro Buendía.


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Sandor Menéndez

“Yo me sentaba en las gradas y miraba con gran sorpresa todas las imágenes y aprendía mucho del trabajo de todo el colectivo…era realmente fantástico. Yo tenía 20 años y nada que decir, pero esperaba mi oportunidad tranquilamente. Luego, a los meses, un milagro. Una de las actrices fundamentales del grupo queda en estado y Flora me dice que me ponga el vestuario de Dionisio e improvisara una escena de la obra, yo me había aprendido casi todos los personajes de tanto ver los ensayos y bueno, así fue, estrené Bacantes el 19 de agosto del 2001. Esa fue mi entrada al teatro cubano, de la mano de Flora Lauten, en el Buendía, en uno de los espectáculos más hermosos de los últimos años”, dice este talentoso y multifacético actor cubano, radicado en Estados Unidos hace 7 años, al iniciar la entrevista con CiberCuba.

¿Cómo recuerdas tu paso por el grupo Buendia?

El Buendía fue mi casa, literalmente mi casa. Estaba más tiempo en la iglesia (la sede de la compañía en el barrio habanero La Timba) que en la beca del Isa (Instituto Superior de Arte) donde me colaba para dormir después del trabajo, pues había perdido la misma luego de dejar la academia y hacer teatro profesional, pero era tan feliz, sin beca, sin comida. Todo olía a teatro por esos días. Estar en esa actividad cotidiana, ese entrenamiento colectivo, el cansancio de los ensayos, las clases, las funciones, el público tremendo que iba cada fin de semana a ver las obras a la Timba me hicieron un joven intenso, quizás un actor inquieto, con muchos problemas pero totalmente enamorado de mi trabajo y del grupo.

¿Qué obras pudieran haberte marcado como actor?

Buendía es una escuela, ha sido así desde sus inicios y le debo bastante. Aprendí mucho allí, con Flora, Raquel, los actores viejos del grupo. Descubrí el mundo, tuve la suerte de viajar y hacer lo que más amaba en otros escenarios fuera de la isla, dialogar con otros artistas, maestros, y público. Hice todas las obras del grupo en esos años: Bacantes, Otra Tempestad (en reposición), Charenton, Woyzeck, La visita de la vieja dama... Buendía ha formado actores, directores, trabajadores de la escena. Por ejemplo tres de los creadores teatrales más importantes de los últimos años en el Teatro Nacional, fueron fundadores del Buendía o pasaron muchos años en la compañía. Yo no formo parte ya del grupo ni de la escena de estos días en Cuba, pero sí formo parte de su historia y eso cuenta al menos para mí.

¿ Durante qué tiempo integraste este colectivo teatral?

Trabajé con Buendía durante diez años, y estuve en todos los proyectos del grupo. Pero también tuve la suerte de trabajar con otros directores en la Habana. Hice Nicleto en la obra Los Siervos de Virgilio Pinera con Teatro de la Luna, que dirige mi buen amigo Raúl Martín, y Fred en La Puta Respetuosa de Sartre con teatro El Público, el colectivo de Carlos Díaz. Esas dos experiencias ayudaron mucho también en mi formación. Muy buenos actores con los que tuve la oportunidad de compartir escenario: Mario Guerra, Gilda Bello, Amarilis Núñez, Yailene Sierra...y claro, fue muy importante sentir la mano segura de Raúl y Carlos, dos grandes del teatro cubano y que tan buenos espectáculos hacen. Me hubiera gustado hacer más, mucho más, pero no me dio tiempo. Me hubiera encantado trabajar con Carlos Celdrán, en cualquiera de sus obras, es un maestro que admiro mucho, y me quedé con las ganas de montarme en ese barco.

Epopeya de Abel González Melo, interpretada por Aguijon Theater bajo la dirección de Sandor Menéndez

Antes de que te radicaras definitivamente en Estados Unidos trabajaste en un proyecto con personas dementes ¿En qué consistió esa idea y por qué decidiste realizarla?

Ese fue un proyecto muy loco, y no porque fuera necesariamente un trabajo con enfermos mentales, sino porque yo no tenía la más mínima idea de cómo tratar con pacientes de ese tipo ni de ningún otro claro está. Serge Sandor, un actor y director francés que conocía desde hacía algunos años me propone trabajar en un espectáculo de calle sobre El Caballero de Paris, el loco legendario de La Habana y los actores serían locos de verdad. Yo no entendía bien, pero me metí en el asunto. Mi trabajo era simple, viajar al hospital psiquiátrico de Regla y entrenar a los enfermos-actores que serían los protagonistas del show. Por esa época yo daba clases de actuación en la ENA (Escuela Nacional de Arte) y bueno, estaba un poco involucrado en la pedagogía y me fue de maravilla con los enfermos reales. Fue un proyecto muy divertido y bien pagado también, muy importante.

¿Por qué decidiste emigrar hacia Estados Unidos?

Me quedé en USA en el verano del 2010. Fui con Buendía a Chicago al Festival de teatro latino en el Goodman Theater. Era un festival muy importante en una ciudad encantadora y llena de arte. No te voy a engañar si te digo que Chicago me dejó con la boca abierta, es una metrópolis fabulosa y claro, también era verano. Quizás me quedé a lo loco, tenía mucho que perder sí, mi familia, mis amigos y mi teatro. Así fue, pero gané en otras muchas cosas. Me casé con una muchacha encantadora, hice nuevos amigos, y tengo un teatro. No ha estado tan mal la verdad. Y bueno si hablo de cosas terrenales, te diré que tengo una casa, un empleo de profesor de español en una escuela primaria. La Habana me tenía en un estado de desesperación muy serio, no tenía dónde vivir, bueno sí tenía un cuarto en un edificio en Luyanó que estaba en peligro de derrumbe, eso es como no tener nada. Ahora que fui a Cuba ya no estaba el edificio. Tuve deseos de vivir otras cosas, tener otras experiencias, estar en otro lugar, ver caras nuevas, conocer la nieve. Extraño mucho, sí, extraño casi todo. La nostalgia es un sentimiento desgarrador y uno pelea todos los días contra eso, pero terminas aceptando tu realidad, el estar lejos.

¿Cómo llegaste a integrar el grupo de teatro Aguijontheater?

Conocí Aguijón Theater por medio de un amigo que también acababa de conocer. Me dijo que quería presentarme a Rosario Vargas, directora artística de la compañía y así fue. Una noche llegué, dije que era un actor cubano y me quedé para siempre. Aguijón Theater es mi otra casa. Tuve mucha suerte de encontrar estas personas que dejan la piel y el bolsillo todos los días de su vida por tener un teatro de arte, de resistencia en este país; labor muy difícil pero que Rosario ha hecho posible por 27 años. Tenemos una sala (ya eso es un lujo) y allí trabajamos muchísimo y hacemos de todo. En mi caso he tenido que hacer de director y montar mis propios espectáculos. Ya he estrenado cinco obras. Actúo, dirijo, entreno a los actores, imparto talleres. Un trabajo completo. Tenemos un público que nos sigue y gusta de nuestro trabajo y he tenido la suerte de contarle las historias que he querido. Es una compañía llena de emigrantes y eso la hace particular, cada uno comparte el dolor de estar lejos de casa. Todos han vivido historias distintas en USA y esas historias y sus tradiciones, ayudan mucho en la elaboración de su trabajo artístico. Las biografías de los actores, sus imágenes hacen del trabajo de Aguijón uno de los más sólidos en esta ciudad.

¿Cómo son tus relaciones actuales con el grupo Buendía?

Tengo excelentes relaciones con el Buendía, no los veo hace mucho, pero están en mi corazón. En el 2013 coincidí con ellos en un proyecto aquí en Chicago. Pedro Paramo de Juan Rulfo fue la obra y una vez más estuve bajo las órdenes de Flora Lauten y Raquel Carrió, mis maestras. A ellas las quiero mucho, son dos mujeres extraordinarias, brillantes. Yo era muy joven e inexperto cuando las conocí y allí, en el Buendía aprendí mucho con ellas. Aprendí de todo, no solo de actuación, aprendí del teatro en general. Flora es una actriz maravillosa, con muchas historias que contar y formó parte de los movimientos teatrales y artísticos más importantes del país en su momento. Formó el Buendía, su gran obra y lo ubico en la historia del teatro cubano. Es una directora con mucha imaginación, una maestra y yo estoy muy orgulloso de haber sido uno de sus actores.

¿Qué rol desempeñas en Aguijontheater?

Como director he estrenado dos obras cubanas, las dos de Abel González Melo: Adentro y Epopeya. A Abel lo quiero y admiro mucho, somos grandes amigos. Abel es un gran autor y tiene una obra sensible, amarga, dolorosa, como son las cosas de verdad. Es un dramaturgo de mi generación, de mi edad y hablamos de lo mismo, vivimos los dos lejos de Cuba y claro a los dos nos duele la patria. Me gustaría mucho ir a La Habana con Aguijón, actuar allí, ver a los amigos de siempre, comunicarme con el público de allí y me gustaría que fuera con una obra cubana, con una obra de Abel. Espero que en algún momento suceda.

Foto de Portada Jessica Kadish

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