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La típica boda cubana no era, hasta hace poco, más que una mezcolanza de elementos que rozaban con lo kitsch y lo innecesariamente abigarrado, sin salirse del toque mustio que le aportaba el subdesarrollo, el calor eterno de Cuba y la falta de creatividad ante las carencias de todo tipo.
La novia vestida como un merengue, coronando el capote de un almendrón de alquiler. El novio, por su parte, ahogándose en un esmoquin de yute oscuro, también de alquiler. Destartalado y sin climatización, entra en el juego el Palacio de los Matrimonios (tristemente no hace falta especificar cuál palacio, pues todos están en similares condiciones). Luego la fiesta tendría lugar, con suerte, en un círculo social administrado por el Estado, con algo de cerveza a granel y un bufet marchito.
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Pero todo ello, que se asemeja más a una pesadilla que al día más feliz en la vida de una pareja, deviene hoy una cosa del pasado con la irrupción de las pequeñas empresas privadas dedicadas a planificación de eventos, las cuales parecen estarse apoderando de un escenario tan imperecedero como provechoso en términos de negocio.
Desde la apertura reciente del gobierno cubano hacia las formas de la economía no estatal, la isla ha florecido en iniciativas, proyectos y negocios en los que despuntan la creatividad proveniente del libre albedrío, de la autogestión sana desvinculada del Estado.
Originalidad, elegancia, el uso de tendencias contemporáneas que retoman tanto lo clásico en las bodas occidentales como lo rústico e improvisado en la decoración más moderna, así como la complicidad con el cliente y sus expectativas, son algunos de los rasgos que distinguen y hacen en extremo exitosos a estos negocios.
A ello se suma la exquisitez de los trabajos fotográficos que realizan estos especialistas en “wedding planning”, en su mayoría de carácter empírico, pues en Cuba escasean –para no decir que son nulos- los programas dedicados a la formación de profesionales en torno a la planificación, organización y decoración de eventos.
Grupos de emprendedores como Aire de Fiesta, radicado en La Habana y con casi 10 mil seguidores en Facebook, son los protagonistas hoy de esta nueva etapa y de este recién abierto mercado, dedicados a “diseñar y organizar eventos que narren historias únicas, que se queden grabados en la memoria de todos los que en ellos participen”, según su página oficial.
Otro conocido en Cuba es el grupo D´Evento cuya misión es “brindar la belleza y elegancia de un evento exclusivo, acorde a los más altos estándares de estética y calidad, satisfaciendo los más variados gustos y necesidades expectativas de sus clientes”, según se puede leer en su cuenta oficial. D'evento, asegura la publicación, parte de una experiencia desde la concepción hasta la realización, cuidando cada detalle diseñado con excelencia y cubanía para garantizar momentos inolvidables.
Aunque las fotos hablen por sí solas, vale agregar que estos negocios cubren hasta el más mínimo detalle para hacer de la celebración algo “hermoso”. Estamos hablando de maquillaje, renta de trajes y prendas, renta y reservación de locaciones, fotografía y video profesional, etc.; lo cual echa a andar todo un engranaje que incluye la contratación de otros particulares freelance dedicados a diferentes especialidades o de músico y otros artistas.
Para las celebraciones que llevan a cabo este tipo de negocios, que son menos frecuentes –gracias a Dios- en los palacios matrimoniales, las locaciones más recurrentes suelen ser las playas de Varadero, los jardines del Hotel Nacional de Cuba, paladares de renombre como La Guarida y… ¡hasta las propias callejuelas de La Habana! de las cueles se aprovecha tanto el colorido desgastado como lo vintage.
Más allá de ser un negocio rentable, la planificación de eventos en Cuba se ha vuelto un trabajo emocionante que ha rescatado algo que a la isla le hacía mucha falta: la pasión por hacer algo (lo que sea) bien hecho, por celebrar la vida y la creatividad en función de generar belleza y buen gusto.
Foto de Portada Tomada de: Facebook D´Evento
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