Usted puede ir a Brasil, visitar el famoso Cristo Redentor de Río de Janeiro, adentrarse en las favelas si quiere conocer el rostro más duro y agrietado del país, refrescar la vista con sus hermosas y sensuales mujeres, sentir bien adentro en las venas la fiebre del fútbol en el simbólico estadio Maracaná o darse un chapuzón en las cálidas aguas de Copacabana durante el verano brasileño mientras mira de reojo a los monumentales cuerpos femeninos tendidos como si nada en la arena.
Pero si quiere conocer a fondo la cultura brasileña y no pasar como un turista más (como esos que, por ejemplo, observan desde La Habana desde un ómnibus de dos pisos con un tonto mapa en las manos) debe descender a los barrios y las comunidades donde se práctica la capoeira, considerado el segundo deporte de mayor auge en el país latinoamericano y que, debido a su centenaria historia, ocupó un lugar de honor en la ceremonia de inauguración de los Juegos Olímpicos.
Ahora bien, ¿qué es la capoeira? ¿Qué significado le atribuyen sus practicantes? ¿Que relación existe entre la música proveniente de ese instrumento de cuerda llamado berimbau, los sonidos percutivos de los tambores pandeiro y atabaque, y los cuerpos que se colocan en posición de combate mientras danzan con movimientos extraordinariamente elásticos?
Quizás alguno de nuestros lectores haya escuchado ese ritmo si ha viajado a Brasil o haya pasado de casualidad por algún sitio en que sus exponentes realicen sus ejercicios llenos de plasticidad al aire libre. Hija pródiga de la cultura negra de la nación futbolera, es una disciplina que aúna las artes marciales y la danza y fue adoptada como una muestra de la resonante influencia de África en Brasil. Pero no podemos comprenderla solamente como una expresión a caballo entre el arte y el deporte. Su impronta también tiene un fuerte componente religioso, como casi todas las expresiones culturales que se expandieron desde África hacia el mundo.
En principio, tras el forzoso traslado de esclavos africanos a Brasil como fuerza de trabajo, fue adoptada como forma de combate.
Para que se hagan una idea: la historia comenzó en XVII cuando un grupo de esclavos se sublevaron ante el colonialismo portugués y marcharon a la selva y a las montañas (aquí podemos establecer una especie de analogía con los cimarrones cubanos) y fundaron comunidades abiertas a todos los que se sintieran hombres libres.
La rebelión estimuló a muchos que como ellos sufrieron en la espalda los azotes de sus amos y a la vez se convirtió en un desafío para los magnates azucareros que veían en peligro su reino, levantado precisamente con los ríos de sangre y los mares de sudor que dejaban los esclavos bajo su mando.
De ahí que los negros en pie de guerra, -—ya hombres libres— desarrollaron la capoeira para defenderse de las redadas de sus antiguos amos y, según la historia, era realmente una técnica infalible, algo que quedó demostrado cuando los holandeses vencieron a los portugueses en varias provincias de Brasil en 1630 (recordemos que este país fue durante más de tres siglos años una colonia de Portugal hasta su independencia a principios del siglo XIX) y salieron a perseguir a los negros libertos que ya habían creado en libertad su forma de vida, sus hábitos religiosos y su manera de substituir.
Cuentan los que saben que para los soldados holandeses fue muy difícil derrotar a los negros que conocían la selva como la palma de sus manos y los enfrentaban con los hábiles y temerarios movimientos de la capoeira. De todos modos los que cayeron prisioneros se dedicaron a pasar, casi en secreto, la práctica de la capoeira a través de generaciones hasta que la esclavitud fue eliminada del mapa brasileño.
Por razones obvias, este temerario “baile” fue prohibido en Brasil antes de la abolición de la esclavitud, un dictamen que se extendió durante varios años después de la desaparición (aparentemente) de las épocas segregacionistas.
Actualmente la capoeira, como ya dijimos, es uno de los rasgos distintivos de Brasil y ha subido desde la cultura subterránea hasta alcanzar una enorme visibilidad en el país. Incluso ha despegado de las periferias y de los barrios más humildes, llegando a las grandes urbes, las playas, y los centros turísticos e internacionalizándose hacia el resto de las naciones de América Latina y Estados Unidos.
Como botón de muestra podemos agregar que en los últimos diez o 15 años este expresión también ha emigrado a Cuba, donde varios jóvenes la desarrollan sobre todo en las casas de cultura de La Habana o en algunos festivales que reúnen culturas de diferentes orígenes, pero aún no ha cobrado la misma fuerza que en otras partes de América Latina.
En cualquier caso el sonido de la capoeira y de los cuerpos danzantes seguramente acompañará a las delegaciones olímpicas y a los turistas que tengan los ojos y oídos bien abiertos a todo lo que puede ofrecer el gigante brasileño.
(Imagen tomada de Internet)
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