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El 15 de agosto Nuestra Señora de la Asunción de Baracoa cumple sus 505 años de fundada por el explorador español Diego Velázquez. Y se constituyó, en 1511 como primera capital y primer obispado de la ínsula. Luego perdió esa condición y fue trasladada la capital a Santiago de Cuba primero, y después a La Habana, pero la villa marina conservó la condición de Ciudad Primada de Cuba.
Baracoa está en la actualidad en los primeros planos del atractivo turístico para viajeros jóvenes que buscan de un hermoso entorno natural y de la belleza de la región más boscosa de la Isla, con abundancia de costas abruptas, follaje, montañas y ríos.
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Además de los paisajes naturales, Baracoa destaca por su historia y tradiciones, de modo que el turismo cultural también está muy bien aspectado. Los indios taínos (descendientes de los arruacas o arauacos) eran los pobladores por excelencia del lugar cuando el almirante Cristóbal Colón llegó en 1492 en el mismo viaje del descubrimiento.
Cuentan que el vocablo de Baracoa es aborigen y quiere decir Existencia de mar, en franca alusión de sus pobladores originales a una presencia marina en contraste con las montañas y las arterias fluviales.
En fechas recientes, se han incrementado el número de visitantes extranjeros, y la ciudad se recupera paulatinamente de un cierto abandono que padeció debido a su ubicación en el extremo este de la nación, en la provincia de Guantánamo.
Baracoa acapara un crecimiento turístico de entre el nueve y el 14 por ciento, con 389 habitaciones hoteleras entre Guantánamo y Baracoa, y unos 200 alojamientos privados en la segunda urbe mencionada. Francia, Alemania, Holanda y Reino Unido apuntan como principales emisores turísticos hacia Baracoa.
Destacan en Baracoa los hoteles La Rusa, y el Castillito, entre otros y un conjunto de tradiciones, sumadas a producciones locales de dulces como los famosos cucuruchos de coco y chocolate, dos de los símbolos culinarios del lugar.
Con motivo del aniversario 505 de la villa, se inauguró el hotel 1511, y hubo una serie de recorridos, encuentros, presentaciones de libros y festejos por todo lo alto. El jolgorio interrumpió el lento paso de los días en una ciudad cuya gente suele moverse en bicicleta, a pie o en carros de caballos dentro de la monotonía pueblerina que solo se anima ocasionalmente a golpe de ron y música bailable cubana.
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