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Con el recuerdo de los Juegos Olímpicos todavía fresco en la memoria y el telón cayendo, muchos deportistas tienen que volver a su vida normal, sin focos mediáticos, ni competiciones diarias. Atrás quedan los momentos de la preparación y unos 20 días de retos continuos y atenciones constantes.
Sin embargo no todos los medallistas o participantes en unos Juegos tienen la suerte de tener altos salarios o potentes patrocinadores a sus espaldas. Son muchos los casos que les toca volver a sus trabajos cotidianos.
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La realidad es que haber alcanzado la meta olímpica no es sinónimo de dedicarse a tiempo completo a sus actividades deportivas y no son pocos los que necesitan tener un empleo que les sirva de sustento diario.
En este sentido, tal y como informa la BBC, entre los deportistas hay profesiones tan variopintas como una cartera, profesionales de las Fuerzas Armadas, maquilladores o analistas de negocios.
Este es el caso de Arthur Zanetti, medalla de plata en gimnasia, y que está enrolado como militar en las Fuerzas Armadas de Brasil. Precisamente el país carioca tenía más de 140 competidores que eran militares.
La belga Raheleh Asemani tiene un oficio más mundano, ya que su día a día pasa por repartir cartas. Además en su caso hablamos de una refugiada natural de Irán. En principio iba a participar con el Equipo Olímpico de Refugiados, pero finalmente obtuvo su registro con Bélgica.
"Trabajo como cartera, corro de casa en casa entregando cartas", dijo a BBC la deportista que llegó hasta la semifinal de taekwondo de menos de 57 kilos.
El japonés Kazuki Yazawa, que llegó hasta las semifinales de canotaje eslalon K 1, tiene como ocupación principal los estudios budistas, por lo que la canoa pasa a ser un hobby olímpico.
Por su parte, la atleta estadounidense Michelle Carter tiene un estudio profesional de maquillaje en territorio norteamericano. Se llevó la medalla de oro con su lanzamiento de peso o a 20,63 metros de distancia, más de 20 centímetros por encima de su rival más cercana.
Negocios fuera de las pistas
Para muchos de los atletas de Río el éxito no sólo es algo que forme parte de su vida deportiva, si no que también acompaña sus trayectorias laborales.
La nadadora de EEUU Maya Dirado, se llevó un botín digno de elogio: oro en 200 metros espalda, oro en el relevo 4x200 libre, plata en 400 metros combinado y bronce en 200 metros combinado. Fuera de las piscinas es una analista de negocios por la Universidad de Stanford que ejerce en una consultora de California.
Se trata de una situación idéntica a la de Gerek Meinhardt, que se hizo con un meritorio bronce en esgrima por equipos, quien se gana la vida como analista de riesgos también en una consultora, pero en su caso en San Francisco.
Y del éxito a la necesidad en un solo paso, o, mejor dicho, en un solo rostro. En concreto, es la cara de Jeremy Taiwo quien para llegar hasta los Juegos Olímpicos no solo obtuvo la marca necesaria, sino que además pidió donativos para reunir 15.000 dólares para sus gastos del decatlón en Río. La sorpresa llegó cuando una campaña de donativos le reportó hasta 54.000.
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