Por estos días pasan en la televisión cubana, por tercera o cuarta vez, la emblemática serie Su propia guerra.
Es cierto que la hemos visto en incontables ocasiones, que la cuelan en la programación cuando al parecer tienen un “hueco” que llenar y no encuentran nada mejor para hacerlo. Sin embargo, resulta sorprendente el magnetismo que aún desprende después de casi 20 años de su estreno y que atrapa al espectador y no lo deja levantarse de la silla durante más de media hora.
He sabido, incluso, que algunos cuando la descubrieron en un perdido rincón de la parrilla televisa del Canal Educativo dejaron a un lado las populares series de HBO o Netflix, para volver a disfrutar de la impactante trama del “Tavo” y de las excelentes actuaciones de la mayoría de los actores del reparto.
En el guion, por ejemplo, aparece el ya famoso actor César Évora, que interpreta a un agente de la seguridad cubana. Delgado y muy joven, cobró una gran popularidad durante la proyección de la serie y, a partir de ahí, muchos cubanos de la época lo comenzaron a llamar “el hombre de camisa negra”, ya que en cada capítulo vestía una prenda de ese color. Évora emprendería más adelante una exitosa carrera en México, donde desde hace años es una de las principales estrellas de la televisión azteca.
Su propia guerra, dirigida por Abel Ponce y José A. Torres, se realizó cuando ya arreciaba la dura crisis del periodo especial y contó con actores cubanos consagrados como Luis Alberto García (padre), Enrique Molina, Sirio Soto, Jorge Villazón o Alberto Pujol, que siendo bastante joven ya había demostrado su clase con anterioridad en el cine y la televisión.
Lo increíble de esta serie, entre otras cosas, es la maestría con que los directores y guionistas construyeron, con apenas recursos, una subyugante trama de policías, tipos duros, agentes infiltrados en los ambientes más sórdidos de la sociedad cubana y entre la crema y nata de la delincuencia.
La historia es bastante conocida entre los cubanos de varias generaciones. El “Tavo”, un tipo de respeto entre los delincuentes del barrio, es arrestado y después la seguridad lo capta para sus filas y, con la fachada de delincuente probado, lo infiltra en los bajos mundos.
De ese modo conoce todo tipo de negocios y personajes turbios. Hablamos de tráfico de joyas, sonados robos en almacenes estatales, funcionarios corruptos, prostitución, asesinatos, robo de carros, sacrificio de reses, entre otras perlas. Y “Tavo”, ese tipo duro, se metía hasta el tuétano en las oscuras redes de corrupción por lo que, en más de una oportunidad, estuvo a punto de ser ultimado.
La serie está llena de escenas impresionantes pero hay una en especial que posiblemente los televidentes no hayan olvido jamás. “Tavo” es acorralado por “El Puri” (Fidel Pérez Michel) y otro reconocido actor de la tv cubana, y lo muelen a golpes antes de enterrarlo vivo en el Cementerio de Colón.
“Tavo”, bajo la lápida, se defiende de las ratas que quieren devorarlo vivo, el olor fétido de los cadáveres, y el poco aire que comenzaba a llegar a sus pulmones. Cuando César Évora, su contacto en el entramado policial, lo daba casi por perdido, Botaperro (Rolando Núñez) descubre su paradero después de compartir hasta la última gota una botella de Havana Club en un solar con “Macario”, que debía terminar de sellar la tumba. “Tavo” sobrevive y se enfila hacia otro destino para continuar con sus peligrosas funciones.
El excelente guion de la trama alcanzó su máxima expresión gracias a la maestría de los actores que intervinieron en la serie. Cada uno de los protagónicos parecía trabajar en estado de gracia. Le sacaban el máximo de partido a sus personajes con clases magistrales de actuación, entre ellos el propio Alberto Pujols, César Évora, Fidel Pérez Michel o Jorge Villazón, quien falleció poco después de terminado el policíaco cuando iba en bicicleta por el malecón habanero y fue impactado por un auto.
Nunca más se ha visto en la televisión cubana una serie tan lograda como Su propia guerra, que, dicho sea de paso, estuvo precedida por otros recordados seriales como Algo más que soñar o En silencio ha tenido que ser. La televisión actual carece, salvando algunas excepciones, de esos excelentes guionistas, de esos directores que, sin recursos, podían armar un programa que mantuviera en vilo al espectador y de algunos de aquellos actores que han emigrado o ya fallecieron.
Su propia guerra, además, fue una serie muy transgresora e irreverente para la época. Mostró sin tapujos, sin temores, la cara más sórdida de la sociedad cubana, algo que no se ha hecho con éxito en los tiempos posteriores, y humanizó a los policías y agentes de la seguridad que, a pesar de la experiencia de la célebre serie, luego han sido interpretados como personas incólumes.
Por suerte para los espectadores, se estrenó en meses recientes la serie policíaca Uno, que ha contado con una mayoritaria aprobación gracias a un buen guion, una certera dirección de Roly Peña y la participación de actores jóvenes que han dado señales de su calidad interpretativa. Si me preguntan, me arriesgo a decir que Uno quiere, al menos, acercarse al listón tan alto que dejaron las aventuras del “Tavo”.
Conocí hace poco que una especie de remake de Su propia guerra podría rodarse en Miami, donde viven una buena parte de los actores de reparto. Ahí radican, por ejemplo, Fidel Pérez Michel, Orlando Fundicheli (Suchel) o Alberto Pujols, que según recuerdo, ha fijado su residencia en algún lugar entre Colombia, Cuba y Estados Unidos. Si fuera así, aunque por más que me devane los sesos no logro imaginar la nueva trama, quizás llamen a César Évora para que reviva su participación en el serial, un desempeño que junto al del “Tavo” forma parte de la memoria colectiva de los cubanos.
Creo que el Instituto de la Radio y Televisión debe revisar legendarios programas como este para salir del letargo y retomar la producción de seriales que se roben la atención de los cubanos, quienes, a falta de propuestas nacionales con una atractiva factura, se decantan por los trepidantes seriales estadounidenses y esperan con ansias sus nuevos capítulos para grabarlos en las más diversas plataformas digitales.
¿Alguno de ustedes se ha puesto a pensar qué pasaría si Su propia guerra se exhibiera en la televisión al mismo tiempo que una producción como The Wired o Juego de tronos? La pelea estaría dura, pero estoy casi seguro que muchos cubanos elegirían inevitablemente la producción nacional, porque la mayoría de los nacidos en la isla se sienten completamente atrapados frente al televisor, cuando ven en la pantalla un filme que de alguna manera hable de ellos mismos, de los conflictos de su realidad sin edulcoraciones, y de la historia que descansa en sus raíces más profundas.
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