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A 15 años del atentado que más ha impactado al pueblo estadounidense, emergen nuevos casos de violencia y xenofobia hacia el grupo religioso/étnico con el que luego injustamente se asoció la barbarie del World Trade Center.
Relacionar “ser musulmán” (o de origen árabe) con “ser terrorista” es un mal del que padecen hoy muchos norteamericanos, algo que se evidencia a través de los no pocos crímenes de odio que han sucedido en calidad de “reacciones” ante otros atentados posteriores como el del Club Pulse en Orlando.
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Tampoco ayuda la sobrerrepresentación y explotación de los musulmanes en la industria del entretenimiento como los nuevos villanos, camuflajeados en el propio tejido de la “generosa” sociedad americana, de los cuales se espera siempre la sorpresa de un chaleco bomba. Si a ello le sumamos el discurso hipernacionalista y xenófobo del actual candidato republicano a la presidencia de EE.UU, se puede decir que queda mucho entonces por lo que trabajar.
Hace poco menos de un mes, el imán Maulama Akonjee, de 55 años, murió luego de ser baleado a plena luz del día cerca de su mezquita, ubicada en el barrio Ozone Park de Queens. En el acto también resultó asesinado su ayudante de 64 años de edad.
En relación a los hechos, otro imán, Tahir Kukiqi del Albanian Islamic Cultural Center de Statel Island, relató a la agencia EFE que algo similar pasó frente a su mezquita el pasado mes de junio, Afortunadamente, nadie resultó herido, pero según Kukiqi fue amenazado de muerte.
De acuerdo con un estudio del Journey Data Center, actualmente entre 400 mil y 800 mil personas de la zona metropolitana de Nueva York profesan la religión islámica. En EE.UU, según apunta el cable de la agencia europea, una encuesta de CBS News revela que el 60 % de los musulmanes ha sufrido discriminación por razón de su credo.
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