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“Dicen que lo más difícil no es trabajar, sino pasar trabajo para hacerlo”, así comienza Susana Gómes Bugallo la historia de un fallido reportaje periodístico que intentó hacer en Cuba, y no a una escurridiza figura pública ni a una exclusiva institución de la Isla, sino una entrevista en la casa de todos: Coppelia.
Desconcertada, Gómes Bugallo relata con detalle los avatares de un frustrado reportaje periodístico en Coppelia, la Catedral del helado; esa especie de Aleph habanero cuyo recuerdo nos mueve y conmueve a casi todos, donde quiera que estemos o vivamos los cubanos. Y es que, seas habanero o no, casi todo cubano tiene un recuerdo en Coppelia.
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La citada periodista describe un tortuoso “proceso” ―que mucho de kafkiano tiene― iniciado el jueves 25 de agosto, cuando ella y otro periodista, junto a un fotógrafo del diario Juventud Rebelde (entiéndase prensa oficial) intentaron realizar varias entrevistas con el fin de “indagar sobre el funcionamiento [de Coppelia] en la etapa vacacional y sobre las revitalizaciones constructivas que experimenta hace meses”.
Ante el fallido intento de concertar una cita previa telefónica con responsables del centro, describe que “decidimos aventurarnos para adelantar parte del trabajo (al menos con el público) y, tal vez, poder concretar la entrevista con algún responsable del centro”.
Al llegar, el encargado de Coppelia por esos días (siendo vacaciones debía ser una sustitución), no estaba, pero "había dejado dicho que para un reportaje en Coppelia, debíamos solicitarlo en la Unión de Empresas de Comercio y Gastronomía en La Habana, con el compañero Pepe”.
Contrariados por tener que ir en busca de Pepe, decidieron concretar, al menos, entrevistas con la población que se encontraba en Coppelia en esos momentos, y grabar imágenes que sirvieran para ilustrar el reportaje, pero “tal intención fue frenada por miembros del personal, quienes se negaron a nuestra gestión, explicando que sin autorización no había trámite posible”.
Téngase en cuenta que de lo que hablamos aquí es de filmar a gente tomando helado en Coppelia y de hacerles preguntas entre cucharada y cucharada de helado, sobre lo que habían ido a preguntar: el funcionamiento de Coppelia.
De vuelta a la subdirección, comenta la periodista, “nos repitieron que para cualquier trabajo periodístico, el primer paso era la Unión de Empresas. Y a ese lugar comenzamos a llamar, aunque nos habían alertado que el procedimiento era ‘personarse’ allí. Al contactar con el compañero Pepe, él informó que no era el encargado de aprobar nuestra intención de hacer un trabajo en Coppelia.
Lo que debíamos hacer era hablar con Maribel, también de la Unión, quien tramitaría nuestra solicitud con el vicepresidente primero del Consejo de la Administración Provincial para conseguir su aprobación”.
A estas alturas de la lectura del reportaje sobre el “no reportaje” (meta-periodismo podríamos llamarlo), uno empieza a pensar que los cubanos ya vamos necesitados de filmar la segunda parte de “La muerte de un burócrata”, y que esta historia es inspiración ideal para un corto de ficción. Que se animen los guionistas.
Pero hay más, porque Pepe explicó a Susana Gómes y a su equipo, según palabras de la periodista, que:
“Una vez que él autorizara (el Vicepresidente primero del Consejo de Administración Provincial), él sería el encargado de conversar con nosotros sobre los ‘términos’ del trabajo, para entonces disponer que fuese realizado y coordinar horarios y fecha”.
Luego Pepe explicó que el procedimiento debía ser a partir de cartas presentadas “personalmente” (entiéndase aquí la necesidad de transporte, papel e impresora para imprimir la carta, etc.), porque por correo electrónico o por teléfono no era posible hacer las solicitudes.
Y se pregunta Susana, y nosotros con ella “¿Cómo puede hacerse periodismo así?”
Describe que insistieron por vía telefónica y que tras dejar recados a Maribel (leer arriba quién es Maribel, por si ya lo olvidó) “logramos contactar con ella, y nos explicó que la responsable de ese encargo que solicitábamos era Teresa. Al localizar a esta compañera, esperamos también varios días por su respuesta, hasta que el pasado jueves 8 de septiembre nos confirmó que podría hacerse el trabajo y nos pidió escoger la fecha".
Agobiados por la espera y locos por concretar el “reportaje de Coppelia”, pidieron hacerlo para el día siguiente, pero les dijeron que era muy pronto porque “porque la Unión estaba en un control ministerial”.
Finalmente, acordaron que fuera el pasado sábado 10 de septiembre a las 4 de la tarde (horario solicitado por el subdirector de Coppelia).
Pero, si piensan que hubo final feliz, pues no, porque relata Susana Gómes que “el sábado lo único que encontramos fue que no estaban quienes debían darnos la información; el subdirector, por problemas de salud, y las personas de la Unión de Empresas (sin quienes no podía hacerse el trabajo, como señaló el Jefe de Servicio de Coppelia), que no asistieron por causas desconocidas".
Remata Susana Gómes su historia con una despedida punzante, que vuelve a replantear la necesidad de abrir las puertas al periodismo en Cuba, a un periodismo responsable, que resuelva los problemas de los ciudadanos y que no tema a preguntas incómodas. Ese periodismo cubano del que tanto se lleva hablando en las últimas semanas, a raíz de polémicas varias.
Se despide la periodista poniendo el dedo en la llaga, y elevando el problema a una escala que ciertamente recorre a toda la nación:
"Y no es el personal a cargo de ese sitio el principal responsable de que hoy usted lea esta historia y no la otra. Llevan el protagonismo en este relato helado (no por el producto de marras, sino por la frialdad de explicaciones y respuestas) los graves problemas de comunicación interna y externa que distinguen los modos de hacer de varias instituciones del país.
Al periodismo hay que abrirle las puertas. Ya sea de un Ministerio, de una empresa o de un local de servicios. Y más aún si hablamos de entidades estatales, que forman parte de un mismo sistema en el que lo imprescindible es dar lo mejor al pueblo. Habría que preguntarse el porqué de las limitaciones y los rodeos para permitirnos hacer un reportaje en Coppelia".
El diario Juventud Rebelde ha cambiado recientemente de directora, y leyendo este artículo, el cambio parece haberle venido bien.
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