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Levantarse de los reveses más duros en la vida no es tarea sencilla, pero todo es mucho más complicado cuando con 12 años una ola estampa un cuerpo contra la bravura del océano y provoca una fractura en las vértebras C-4 y C-5.
El resultado de esta combinación de factores es la historia de Josh Basile, quien a sus 31 años y con un cuadro de cuadriplejia ha cumplido un sueño en La Habana.
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El motivo de su visita a Cuba escondía un reto en apariencia sencillo: visitar una fábrica de cigarros, pero las cosas más simples se complican cuando se sufre una lesión en la médula. Según desveló 'ESPN Deportes' el reto para Basile empezó esta primavera, tras dejar atrás intensos y largos periodos de recuperación.
Más allá de su trabajo incansable para recuperar la movilidad en las manos, el deporte se convirtió en un motor que reforzó el espíritu de este graduado en Derecho. Amante del golf y del tenis en su etapa universitaria, su visita a la ciudad habanera se produjo con una versión adaptada de golf adaptada para discapacitados.
Pero antes de poner en marcha su reto de acceder al lugar de creación de los cigarros, Josh pudo probar las mieles de la costa cubana tras conseguir un barco en el que compartió con su parejas y unos amigos, dos de los cuales también en silla de ruedas, un viaje que les llevó desde Key West (Florida) hasta la mayor de las Antillas.
Y con la silla de ruedas motorizada, de 204 kilos, como testigo en primer plano llegó el momento de entrar a la ansiada fábrica. Un hecho sencillo para muchos pero cargado de simbolismo para Josh Basile. A pesar de que acceder al edificio no parecía a simple vista el mayor de los problemas, la realidad se encargó de rectificar esta evidencia.
La llegada hasta el elevador implicaba previamente subir cinco escalones, algo que dificultaba alcanzar el objetivo. Para sorpresa de los curiosos que se acercaban, Basile se sacó de la manga un as en forma de rampas portátiles destinado a esquivar obstáculos como los bordes de las aceras. Sin embargo la planificación y preparación para el momento resultaron ser insuficientes.
Mientras estudiaba con su asistente Kingsley la forma de cumplir su reto, varios cubanos empezaron a sugerirle cómo sortear los obstáculos. La sorpresa llegó cuando transeúntes y trabajadores de la fábrica tomaron la iniciativa y pasaron del dicho al hecho en cuestión de minutos.
De esta forma Josh, Kingsley y unos cooperativos habaneros facilitaron que la silla llegara hasta la rampa girando las ruedas y empujando el asiento hasta el interior del edificio tabacalero.
El objetivo estaba cumplido con la contribución de instituciones como el Kennedy Krieger Institute o el centro de rehabilitación de lesiones medulares de Baltimore.
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