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Nunca las transiciones fueron fáciles, casi nunca los traspasos fueron cómodos, y mucho menos cuando la transición y el traspaso no son “naturales” sino portadores de imposición y de secreta lucha de poderes.
Tampoco cuando a todo ello se suman caracteres y ámbitos tan diferentes: el representado ―en el caso que nos ocupa― por el historiador de La Habana Eusebio Leal Spengler, por una parte, y por sus sucesores militares al frente del imperio Habaguanex, de otra.
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Sin embargo, un reciente reportaje de Martí Noticias da pistas de cómo está siendo “el proceso” y Eusebio Leal no parece estar dormido en los laureles de la Historia.
Según la citada publicación, el pasado 11 de octubre, en el patio del Palacio del Segundo Cabo, Leal se reunió con parte del personal, con los técnicos y directores de los diferentes museos porque ―según explicó― “De todos los grupos con que trabajo, el más afín a mí es el que se dedica al museo, a las colecciones, y a ese ejercicio de buscar que se convierte en una necesidad para cada uno de nosotros”.
Leal, en su discurso, se habría encargado de dar confianza y tranquilizar a los suyos con frases como: “la Oficina del Historiador es hoy más fuerte que nunca”; “vamos hacia la tempestad sin temor de ningún tipo” y “estén tranquilos y serenos, que nada les perturbe, soy yo el que estoy aquí”.
Eusebio Leal habría estimulado públicamente a su tropa a no permitir que nadie ponga las manos sobre una pieza de museo sin antes estar preparado, y a no aceptar “directores improvisados aunque vengan con un curriculum maravilloso de haber hecho otras cosas en la vida”. Se puede decir más alto, pero no más claro.
Mientras que en cada reunión el general-interventor Leonardo Ramón Andollo Valdés repite: “Durante el proceso de traspaso, lo importante es el inventario”; Leal habría respondido tan fina y educadamente, como sólo él sabe:
“El inventario obedece al conocimiento de un anticuario que ha estudiado los diferentes estilos, épocas y modelos. No se trata únicamente de una mesa con cuatro patas”.
Con frases de ese tipo, y con la ironía de la que está revestida su sobrada inteligencia, Eusebio Leal habría dejado claro ―todo ello frente a sus sucesores― que los siguientes al mando no destacan, precisamente, por los conocimientos en el área que vienen a dirigir.
“Soy abogado y sé lo que me corresponde”, recordó, utilizando la frase que el patriota cubano Pedro Figueredo pronunciara, en 1870, frente al tribunal militar que le condenó a la pena muerte por fusilamiento.
Uno de los trabajadores presentes en la reunión, según rescata Martí Noticias, habría dicho lo siguiente:
“A quienes como yo admiramos el trabajo de Leal y la oficina del historiador; nos entristece saber que el capítulo final de la lucha por dominar la parte vieja de La Habana, parece no querer llegar”.
Seguramente ese es un sentimiento que se prolonga entre miles de cubanos que no entienden, y sobre todo les preocupa, esta indeseada transición.
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